La Higuera (Bolivia), 9 oct (EFE).-
Un monje budista, un benedictino católico y un anglicano, todos brasileños, presidieron el rito con oraciones y canciones dedicadas al Che ante la escuela del caserío donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967 por el sargento boliviano Mario Terán.
El insólito acto fue organizado, entre otros, por el Movimiento Sin Tierra de Brasil y, aunque estaba en el programa oficial, muy pocas personas llegaron hasta allí para asistir a la “resurrección” del guerrillero en el aniversario de su muerte.
Decenas de excéntricos y radicales de muy variopintas ideologías asistieron a este último acto, tras varias jornadas que tuvieron como escenario principal el cercano pueblo de Vallegrande, a donde acudió el presidente boliviano, Evo Morales, “guevarista” confeso.
El benedictino Marcelo Barros, seguidor de la teología de la liberación, explicó a Efe que “sin duda” el de hoy fue un acto de resurrección del Che Guevara, porque él vive otra vez “en forma de comunidad”, al igual que la resurrección de Jesucristo.
“Entonces, nosotros somos llamados a ser la presencia viva del Che en el mundo”, dijo Barros al terminar la ceremonia en un día intensamente soleado en La Higuera.
"¿Pero el Che no era ateo?, preguntó el corresponsal de Efe, y el religioso respondió: “Creo que era ateo de un tipo de Dios que las religiones han esparcido por el mundo, que era un Dios muy conformista, muy de los ricos, de los reyes, de los poderosos”.
“Cuando leemos vida del Che sentimos una espiritualidad muy fuerte y ésta se refería al hombre nuevo, a una tierra nueva, al reino de Dios, como llaman los cristianos, y en ese aspecto él me parece un profundo creyente”, agregó.
Asistieron al acto, con banderas de varios movimientos radicales de diferentes países, algunos españoles que daban vivas a la “libertad” del País Vasco, de Cataluña y de Andalucía.
Gorka Osta, que dijo tener 37 años y ser de Pamplona, explicó que llegaba a La Higuera porque “es un lugar cargado de energía” y porque, según él, la lucha del Che es la misma de los nacionalistas radicales vascos.
Entre tanto, el argentino Martin Sharples inició hoy mismo en La Higuera un recorrido hasta Buenos Aires en bicicleta, para destacar la “lucha del Che por el socialismo” y recordar los 30.000 desaparecidos” en su país.
Sharples tiene 41 años y un pie ortopédico, pero quiere recorrer 3.000 kilómetros en dos meses, llevando tierra de La Higuera para esparcirla en la Plaza de Mayo.
En la Higuera, enclavada en las montañas del sureste de Bolivia, a 2.200 metros de altitud, en cada aniversario de la muerte del guerrillero afloran los relatos, unos reales y otros menos, de supuestos testigos del paso del Che.
Entre ellos, Irma Serrano, que participó en la insólita ceremonia religiosa contando la última jornada del Che con vida, y Juan Salvatierra, de 28 años, hijo de la enana Virgilia Cabrita, a la que el rebelde alude en la última página de su diario, el 7 de octubre del 67, un día ante de rendirse y dos antes de su muerte.
También es posible ver objetos con los que supuestamente Guevara y los militares de esa época tuvieron contacto y que ahora forman parte del museo que ha montado el higuereño René Villegas.
Entre ellos, la silla en la que teóricamente estuvo atado Guevara en la escuela y un machete con el que se abrió paso en esta zona selvática y agreste.
Esos objetos y testimonios ayudan a los admiradores del Che a tratar de imaginar los últimos días del rebelde que, con el fracaso de su aventura en Bolivia, puso a La Higuera en la historia. EFE
 
    
     
    
     
 
 
 
 
