01 sept. 2024

El abismo entre el discurso y el resultado

Todos los que transitamos esta vida tenemos un propósito definido, con la intención genuina de construir y servir de alguna manera con un proyecto de vida. Pienso que para la estirpe de emprendedores, visionarios y personas con vocación de servicio no hay espacios para abandono de proyectos. En una etapa, que la defino como el preludio de las batallas, esbozamos y diagnosticamos con la información qué tenemos, qué queremos hacer y cómo lo haremos. Esbozamos nuestras metas y muchas veces disfrutamos por adelantado de los resultados que esperamos conseguir.

Es una etapa muy estimulante. Si nos toca liderar a equipos, esta confianza y empatía del “hacer bien” contagia y muchos se anotan para entrar en la batalla. Lo más relevante que marca la siguiente etapa es la instalación en la realidad dónde ponemos a prueba todas las hipótesis, los planes hechos y las variables consideradas. La realidad, que hoy en día es tan volátil y cambiante, llena de imprevistos arremete contra los proyectos en curso de construcción. Toda nueva situación se ve confrontada por los factores existentes, las estructuras anteriores que se oponen y se resisten a ser modificadas.

En estos momentos hay dos elementos claves que permiten seguir hasta conseguir el resultado propuesto. La perseverancia es el primero. Consiste en sostener el plan, creer en el propósito, aun con personas que se van bajando del proyecto por el esfuerzo demandado. Y el segundo es tener la humildad de hacer los ajustes que la realidad exige. Consideré muy necesario plantear este proceso porque nos hemos acostumbrado en Paraguay a exigir resultados a corto plazo, que si bien son necesarios (conocidos como victorias rápidas) no son lo que producen la mejora en una condición humana o de convivencia ciudadana. Ni qué decir sobre mejoras en la microeconomía o en la calidad del gasto de un Estado.

Los resultados vendrán como una consecuencia de la actitud en sostener un proceso que se inició con una intención genuina de construir un nuevo país, con el esfuerzo que esto implica pagando el precio político que demanda. Políticas para generar más puestos de trabajo y políticas para disminuir la corrupción generalizada en la estructura completa del Estado son planes que hemos escuchado clara y fuertemente en el discurso del presidente Santiago Peña. El mismo que en apariencia estaría ya en plena batalla con estas dos iniciativas críticas y vitales para el futuro de este país.

Entre los muchos otros frentes que se propuso, como en la Educación y la Alimentación básica, al igual que otros frentes sensibles como Seguridad y fomento a la inversión, se debate entre la expectativa generada por un discurso puntual de lo que el Gobierno quiere conseguir y un resultado que ha sido instalado en la mente de muchos paraguayos. Pero para conseguirlo hay un gran abismo y el atravesarlo demanda mucha capacidad de escucha, mucha claridad en las ideas, eficiencia e idoneidad, y sobre todo una gran dosis de humildad desde el poder.

Esto último constituye un factor por demás difícil. Ello porque el poder per se otorga soberbia y en muchos casos arrogancia que al final acaban dificultando al líder de la claridad que requiere. La capacidad de perseverar en la enunciación acaso sea uno de los atributos más visibles del actual mandatario y esto es relevante.

La confianza de los actores que apuntalan los esfuerzos de un equipo en función de gobierno se mantendrá firmes si los resultados a corto plazo se verifican, comunican y se comparten. Es importante recordar que el sector privado es copartícipe de muchos de estos frentes. Y por último es importante entender que podemos mirar el presente del Paraguay desde la óptica de los ciudadanos, desde la óptica de un analista, desde la óptica de un medio de comunicación y finalmente desde la óptica del propio gobierno.

Pero el resultado, el dato duro de una política acaba matando cualquier relato que no se identifique con el dato cierto. Construir en Paraguay es difícil porque nos cuesta trabajar juntos en confianza. Años de puentes rotos, de diálogos interesados han complicado esta tarea imperativa, pero creo muy relevante decir que conseguir los resultados positivos que el gobierno se ha planteado nos hará bien a todos. Y conspirar contra esta necesidad general es insano y muy egoísta.

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