Me llamo Ricardo Brugada Manzoni y tengo 55 años reciencito cumplidos el 18 de este mes.
El Hospital de los Juguetes tiene 26 años de existencia. Estaba trabajando muy bien en una empresa de telecomunicaciones, renuncié a la empresa, me acogí al retiro voluntario y me dieron una buena paga.
Entonces decidí tomarme unas vacaciones. Pero a los dos o tres días de estar en la casa, me aburría y me puse a arreglar todos los juguetes de la que entonces era mi única hija y tenía tres años. Ahora tengo tres hijos y un nieto de siete años.
Luego de repararle varios juguetes, me dijo: “Papi, vos lo que tenés que hacer es un hospital de juguetes”. Me quedé pensando en eso y calculé cuánto hubiese cobrado por ese trabajo. El monto ascendía a G. 585.000 que era el sueldo mínimo en ese entonces.
Comenzamos a hablar con mi esposa del tema. Ya que teníamos la plata que acabábamos de cobrar, invertimos en un estudio de mercado para ver si funcionaría. Y salió como una necesidad urgente.
Comencé haciendo convenios laborales con importadoras y casas de venta de juguetes. Ellos me pagaban el equivalente a un sueldo mínimo más los repuestos para atender sus reclamos.
Esto fue creciendo inmediatamente. Hoy en día manejamos mucho movimiento de mercadería y trabajamos ya no solamente con juguetes.
Este negocio tomó vida propia, nunca sabemos lo que va a entrar por la puerta y cada día es un desafío. Hoy en día somos lo que somos mediante el público que nos eligió.
Estudié Electrónica en Corea y hacemos reparaciones de microondas, de televisores, de Play Station, en general juguetes de todo tipo y también restauraciones.
Reparo máquinas de terapia intensiva y de comunicación satelital. Reparo computadoras para programar marcapasos. Entonces, si eso se compara con los juguetes, estos son realmente muy sencillos.
El desafío no es reparar los juguetes, sino encontrar repuestos. Porque al haber muy pocos habitantes en nuestro país, los importadores no pueden traer muchos repuestos.
Hoy en día gran parte de esa dificultad se soluciona con el internet y con la compra vía internet. Hay que esperar más de un mes a que lleguen los productos.
Hay un antes y un después de la pandemia. Cuando Paraguay estaba en su crecimiento y capacidad económica de cada persona, la gente compraba juguetes nuevos. Lo que había eran reclamos no atendidos por los vendedores.
Ahora, como la cosa está difícil, hay muchas reparaciones de juguetes de herencia, esos que pasan del hermano mayor al otro. Muy pocas nuevas estamos atendiendo.
Los juguetes tecnológicos de desplazamientos son los más populares ahora. Le ganan inclusive al Play Station.
Los juguetes clásicos me traen las personas mayores. Vienen con sus muñecas de hace 30 o 40 años que estaban sentadas en un sofá.
Como el plástico se reseca, vienen y te piden por favor que se les reconstruya esa muñeca. Obviamente el plástico no se puede reconstruir, pero con mucha delicadeza y cariño restauramos y le devolvemos a la vida como el primer día que salió de fábrica.
Hay un importante número de gente grande que colecciona esos juguetes de los 50 a los 60, esos de chapa, la metralleta que chispeaba.
Cuando toco esos juguetes, como soy un apasionado de la restauración, me transporto en el tiempo, a mi infancia. Inclusive a la de mis padres.
Cuando era chico soñaba con tocar la colección de autos de lata que tenía mi papá y era prohibido tocar.
Esos objetos me traen muchos recuerdos, es una pasión para mí. Este es el mejor trabajo del mundo, lo juro por Dios.
Aparte de que es un pedazo de la historia de cada ser humano. Mucha gente viene y me objeta por el costo del juguete que piden reparar.
Principalmente pasa eso cuando traen un juguete de apego. Muchas veces no comprenden que ese es el amigo de la criatura, que en la soledad de un cuarto le habla, le cuenta sus problemitas, su dificultad, todo. Se refugia y ese juguete tiene vida para él.
Una mamá me objetó el costo de la reparación. Le dijo a su hija que le compraría otro igual, que le salía más barato.
Entonces le dije que le lleve a mi nieto una semana y me dejara su hija ese tiempo. Me dijo que estaba loco. Le dije eso porque no comprendía que no se trataba solo de cambiar un juguete por otro.
Todos los juguetes y con el que se encariña la criatura, tienen un trasfondo sentimental que nosotros los adultos pasamos por alto.
Todos los juguetes que no tienen reparación o son abandonados por sus dueños, algunos dejan como donación, nosotros preparamos para donar.
¿Qué quiere decir que preparamos? Lo descontaminamos, reacondicionamos, le quitamos todos los elementos que pudieran afectar el medioambiente y la salud de las personas. Porque solemos llevarlos a comunidades alejadas en el Chaco.
Esos autitos que tenían batería donde entra una criatura, ellos juegan y también las mamás los usan para traer baldes de agua desde un lugar que está alejado.
Cuando el adulto te trae algo viene a retirar cuando puede y cuando le sobra la plata. Cuando el niño le pide al papá que le traiga su juguete, cada una hora le llama para saber si ya está. Esa criatura no vive hasta recuperar su juguete. Los mejores clientes que nosotros tenemos son los niños.
Mucha gente me llama Gepetto y otra Santa, por mi parecido físico. Pero al comienzo del Hospital de los Juguetes me decían Gepetto.
Pasar por el Hospital de los Juguetes es una parada obligatoria para Santa y los Reyes Magos. Nosotros nos encargamos de prepararles su carga, que esté todo en orden, que estén funcionando.
Les ayudamos en todo su trabajo acá en Paraguay. Somos unos férreos ayudantes de él, principalmente en los hospitales y otros.
Para mí, un juguete, en primer lugar, es un ser vivo, en el cual se deposita toda la confianza y los secretos de un niño. En segundo lugar es toda aquella ilusión que tienen ellos de querer tener todos los juguetes del mundo. Yo también quería eso y hoy caen en mis manos y me hacen tan feliz. Por último, es lo que permite que mi familia lleve una vida digna. Porque de reparar los juguetes mantengo mi hogar.
Todos los juguetes con los que se encariña la criatura tienen un trasfondo sentimental que nosotros los adultos pasamos por alto. Es su refugio y tiene vida para él.