Qué gusto ver a los jóvenes deportistas en estos días dando lo mejor.
Mucho escuchamos de ellos y de los organizadores sobre hacer las cosas de corazón, dar de todo corazón...
El corazón en la Biblia, por ejemplo, no solo es la base de nuestra sensibilidad, es “el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior” (Joseph Ratzinger, reflexión sobre el Secreto de Fátima, año 2000).
Esta frase de hacer tripas corazón tiene también una connotación trascendente, ya que en las Escrituras “las entrañas” son el centro de las emociones, la conciencia, el amor, la piedad y la misericordia. En un pueblo cristiano esto genera un marco cultural casi imperceptible que, sin embargo, se manifiesta en momentos comunitarios especiales como este.
Detrás de las acciones corporales que vemos en los deportistas, existe no solo una psicología y ética deportivas, sino también un corazón. Así, hacer de tripas corazón es un refrán popular que hace referencia al esfuerzo personal para superar el miedo, sobreponerse a la inseguridad y enfrentar los desafíos de la vida, apoyados en la razón y en la interioridad más profunda. En neurociencia se estudia también la relación que hay entre los funcionamientos del hemisferio izquierdo (análisis racional, seguridad, etc.) y hemisferio derecho (síntesis, creatividad, sensibilidad, etc.).
Hace falta una apertura a la realidad en todos sus factores para encarar el ganar, el perder y el llevar el cuerpo a sus máximas potencialidades.
Creo que es uno de los apuntes interesantes que podemos tomar en estos días festivos que nos hacen vivir los atletas nacionales e internacionales.
Se nota en los competidores paraguayos ese amor que implica sacrificio, también al dar gracias a sus padres, al conectar con el público, al identificarse con su bandera patria. Hace falta tener sentido de pertenencia e identidad bien forjada para ese “dar de todo corazón”, independientemente de los resultados finales.
Hay algo más que motivación sicológica o estado físico bueno, el ser humano tiene un deseo intrínseco de realizarse en un bien mayor y más profundo, dejando huellas. Si tienen esperanza de lograr sus metas, haciendo tripas corazón, es porque los atletas paraguayos han mamado de una cultura cuyas raíces están impregnadas de esta mentalidad trascendente.
Tarde o temprano esta semilla dará frutos buenos. Y ya los empezamos a ver.
Hoy, 22 de agosto, celebramos también el Día del Folclore, una celebración que nos hace apreciar la identidad cultural en sus aspectos materiales e inmateriales. Pues bien, si algo deberíamos cuidar muchísimo los paraguayos es el oro ku’i que nos legaron con tanto sacrificio nuestros antepasados. Solo pensar en los abuelos que dieron todo en aquel intento de genocidio que sufrimos en la Guerra Grande del 70 y en la terrible post guerra, sin rendirse, haciendo tripas corazón ante una situación que parecía insuperable humanamente, pero lograron trascender con gran fuerza espiritual. No ha de ser casualidad que una de las advocaciones más extendidas en las casitas humildes y los centros culturales y educativos paraguayos es el del “Corazón de Jesús”, es que representa mucho para nosotros los paraguayos.
Y estos jóvenes sanos y vibrantes son herederos de esta cultura.
Ojalá que podamos, no solo mirar superficialmente, sino llegar a contemplar con más profundidad la belleza que se manifiesta ante nuestros ojos en estos días deportivos, de fiesta de la identidad y de florecimiento primaveral de los hermosos árboles de tajy, uniendo pasado y presente a un verdadero renacimiento espiritual para este pueblo noble y bendecido que es el Paraguay.