07 nov. 2025

Cazando utopías

¿Cómo querríamos que fuera el Paraguay en el 2050? ¿Cómo podría ser el Paraguay en el 2050? ¿Qué cosas tendríamos que hacer (o dejar de hacer) en los próximos 25 años para que el Paraguay fuera como queríamos? Hacerse esas preguntas puede parecer apenas un ejercicio lúdico, sin ninguna consecuencia práctica. Sin embargo, esa ha sido la fórmula del éxito de los países asiáticos como Singapur, Corea y China. Su paso del subdesarrollo al primer mundo no fue producto del azar. Lo pensaron, lo planificaron y lo ejecutaron.

¿Puede Paraguay hacer lo mismo? ¿Podemos hacerlo con esta clase política? ¿Con este Poder Judicial? ¿Con este nivel de educación pública?

No tengo las respuestas. Solo sé que el Ministerio de Economía dice haber hecho el paso previo, el ejercicio de preguntarse y preguntar idealmente dónde deberíamos estar en el próximo cuarto de siglo y qué pasos dar para conseguirlo. Ese trabajo arrojó como primer resultado cuatro áreas en las que habría que concentrar recursos y energías. Puede parecer una obviedad, pero nunca está de más recordarlas y apuntarlas para orientar el debate, incluso para esta breve reflexión dominguera.

La primera tiene que ver con el tipo de sociedad que queremos, lo que supone fijar como meta primera conseguir que la mayoría de la población tenga un empleo formal y rentable.

Eso implica como requisito previo que esa mayoría haya recibido una educación de calidad y haya tenido una cobertura de salud eficiente. Otra vez, no se está descubriendo la pólvora, pero es necesario reiterar una y mil veces que esa es la base de cualquier proyecto de desarrollo. La segunda, tan obvia como la primera, es la inversión en infraestructura. Sin caminos, rutas, escuelas modernas, hospitales, aeropuertos y transporte público sería imposible que el país sea competitivo.

Lo tercero es la energía y el medio ambiente. Sin energía ningún país del mundo se desarrolla. El acceso a fuentes de energía, a recursos ha estado detrás de todas las guerras del mundo.

Y la cuarta, y no menos importante, es la institucionalidad. Esto es, instituciones creíbles, Poder Judicial independiente, democracia participativa.

¿Cómo se logra eso? ¿Cómo convertimos un modelo educativo decimonónico –cuyo máximo logro hoy es asegurarle al estudiante un plato de comida– en un sistema de formación que piense en el siglo XXI, que lance al mercado jóvenes familiarizados con el uso de la inteligencia artificial, que hablen el idioma del mundo y que puedan competir desde una terminal de computadora?

¿Cómo reformulamos el mercado prostituido de la educación universitaria para pasar de la venta grosera de títulos sin contenido a la formación de investigadores e innovadores tecnológicos, como creamos escuelas del pensamiento? ¿Cómo depuramos las canteras de los futuros abogados, la materia prima con la que pretendemos reemplazar gradualmente la carne tumefacta del actual sistema de Justicia?

¿Cómo rescatamos a jueces y fiscales del control político y de las nóminas de los carteles del crimen y las drogas?

¿Cómo formalizamos la economía? ¿Cómo hacemos que sea rentable la formalización para esos pequeños emprendedores que emplean a casi el ochenta por ciento de la gente que trabaja?

Nadie puede tener todas las respuestas, pero es seguro que para cada pregunta hay una o varias. Formular las preguntas, apuntar las respuestas, sistematizarlas y dibujar un plan de ejecución, con metas y plazos es un trabajo titánico, pero imprescindible. ¿Quién lo tiene que hacer? Pues los gobiernos, los partidos políticos, las organizaciones sociales y la academia.

Parece imposible que una sociedad pueda consensuar un plan básico como este, y menos que la clase política dominante esté dispuesta a ejecutarlo, sobre todo si eso supone renunciar a sus privilegios y a la posibilidad de seguir medrando a costa del dinero público. Una quimera, una ficción. Puede ser, pero así se forjaron las naciones exitosas, con hombres y mujeres que nunca renunciaron a cazar utopías. Cruzo los dedos porque en este nuestro Paraguay todavía queden muchos de ellos.

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