11 may. 2025

Blur deja atrás el espejismo del “brit pop”

“El ‘brit pop’ no fue algo real”, alega una de sus bandas pródigas, Blur, en boca del más pródigo de sus integrantes, el guitarrista Graham Coxon, de vuelta junto al resto de sus compañeros para entregar “The magic whip”, el primer disco de estudio del grupo desde la publicación de “Think tank” hace 12 años.

El vocalista Damon Albarn de la banda británica Blur, durante un concierto. EFE/Archivo

El vocalista Damon Albarn de la banda británica Blur, durante un concierto. EFE/Archivo

EFE. “Lo que se llamó ‘brit pop’ era simplemente gente haciendo música. No hacíamos nada británico por la fuerza; sonaba como somos”, insiste el músico en una conversación telefónica con Efe ante la salida mañana a la venta de su octavo disco de estudio.

Espejismo o no, The magic whip (Warner Music) supone el retorno al estudio de grabación de uno de los principales emblemas musicales de los años 90, protagonistas junto a Oasis de la exitosa oleada de bandas de pop-rock británico.

Blur inició su carrera en 1991 con Leisure, al que sucedieron álbumes que se convirtieron en clásicos de la década, como Modern Life Is Rubbish (1993), Parklife (1994), The Great Escape (1995), Blur (1997) y 13 (1999). Aquel fue el último álbum del grupo en el que había participado Coxon hasta la fecha.

En 2001 la relación con sus compañeros Damon Albarn (vocalista y compositor principal), Alex James (bajista) y Dave Rowntree (batería) se había malogrado notoriamente por culpa de su adicción al alcohol. Su aportación a la grabación de Think tank fue anecdótica, antes de ser conminado a abandonar las filas del grupo.

Reencauzada su vida, y después de varios años de Blur en barbecho, Albarn y Coxon hicieron las paces, se reunió la banda de nuevo y a partir de 2009 comenzaron a ofrecer conciertos.

“Creo que sencillamente hemos entrado en un nuevo terreno en el que los problemas se dejaron atrás. Estos brotan como hongos, pero somos seres humanos y no hay que darles mayor importancia”, afirma Coxon.

Con tantos éxitos como Song 2, Girls & Boys, Parklife, Country house o Coffee & TV, Blur tenía material suficiente para sostener conciertos y más conciertos. Los años pasaban y no parecían nerviosos por ofrecer un disco con material inédito, más allá de alguna rareza esporádica.

“Damon tenía algunos sonidos y acordes en la cabeza y la inspiración nos pilló en una ciudad diferente”, relata Coxon sobre su decisivo paso por Hong Kong en 2013.

La repentina cancelación de un festival en Japón les obligó a permanecer cinco días en esa metrópoli asiática. Para aprovechar el tiempo, se confinaron en los estudios Avon y el milagro se obró, gestando quince nuevas canciones con un claro influjo oriental.

“Es Blur respondiendo a un entorno específico. La inspiración nos pilló en Asia, no en Londres, y la atmósfera de la ciudad se reflejó en la música y en las letras”, opina el guitarrista.

Más allá de cortes como el inaugural Lonesome street, en el que se reconoce el estilo más clásico de Blur, el toque asiático se percibe, por ejemplo, en la cadencia rítmica de temas como New world towers o Ice cream man.

También inspira el fondo temático de “Pyongyang”, el cual, a pesar de su título, no versa sobre la dictadura norcoreana, sino que evoca un limbo espaciotemporal que “sirve para manifestar cierta desconexión con la realidad”.

Coxon recogió todo aquel material y se puso manos a la obra para perfilarlo junto al productor Stephen Street, mientras Albarn promocionaba su primer disco en solitario, el aplaudido Everyday robots (2014). Ante los progresos obtenidos, Albarn volvería a Hong Kong una vez más para completar las letras del disco.

Aunque han transcurrido más de tres lustros desde el último LP que grabó junto a sus compañeros, Coxon considera que “no ha habido nada especialmente diferente” en el proceso de trabajo.

Su toque, dice, está “bastante” presente en este disco, por ejemplo en las guitarras, tanto en las acústicas como en las eléctricas (procesadas con “reverb”), pero también en los coros, en algunas líneas de bajo, en percusiones...

Lo que sí ha cambiado son las pulsaciones. El resultado final son doce canciones que, con salvedades como Go out, suenan bastante más reposadas. “Ya no somos jóvenes. Somos hombres más tranquilos ahora”, comenta lacónico.

El título, The magic whip (en castellano, El látigo mágico), surgió de los apuntes que Albarn encontró entre sus cuadernos y juega con múltiples significados. “Podría ser un helado -como el de neón que ilustra la portada del álbum-, aludir a un instrumento de control o apelar a la magia de hacer música”, explica.

Sus seguidores tendrán oportunidad de disfrutarlo en directo, porque la banda ya ha anunciado varias fechas de conciertos importantes, como el macroconcierto British Summer Time en Londres y su participación en julio en la próxima edición del Festival Internacional de Benicàssim (FIB), en España.

Javier Herrero.

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