26 abr. 2024

Biden, el zurdo

Luis Bareiro – @Luisbareiro

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El candidato demócrata a presidente, Joe Biden, gana las elecciones en Estados Unidos.

Foto: EFE

El reduccionismo simplón que caracteriza al debate en las redes obra el milagro de convertir en comunista cualquier posición menos radical que la de extrema derecha. Así, el candidato demócrata Joe Biden, a un paso de ganar las presidenciales en Estados Unidos, es presentado por los partidarios del actual mandatario Donald Trump como un émulo de Fidel Castro. Repasemos quién es Biden para dimensionar el disparate.

Biden es un candidato conservador y católico, que lleva toda una vida como legislador (salvo el breve periodo en el que fue vicepresidente de Obama). Siendo senador, por ejemplo, apoyó las campañas bélicas de Bush en el golfo. Como vicepresidente consiguió la aprobación de leyes de responsabilidad fiscal, gracias a sus buenas relaciones con legisladores republicanos.

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Básicamente, en un hombre de centro en el conservador espectro político estadounidense; un militante estándar para una nación tan fuertemente institucionalizada que hasta un disruptor estruendoso como Trump supone en la práctica apenas un cambio de matices.

Entre las “revolucionarias” propuestas de Biden destacan: subir el impuesto a las sociedades del 21% al 28%; estimular la industria manufacturera priorizando los productos estadounidenses en las compras del Estado; reducir el déficit fiscal; aumentar la inversión en infraestructura y potenciar la generación de fuentes de energía limpia. No tiene ni remotamente la intención de expropiar bienes privados, estatizar empresas o desalentar la inversión privada. Biden y sus propuestas son tan esencialmente capitalistas como lo son Trump y las suyas.

Pero eso en el debate pueril de las redes no importa. Los hechos allí son irrelevantes. El mundo virtual es blanco y negro, y solo necesita de héroes y villanos. Eso explica que en las teorías de conspiración los presuntos involucrados pasen a ser de derecha o de izquierda, según la conveniencia del relato, no del rol, la historia ni las ideas de las personas incluidas en él. De esta forma, Biden puede ser comunista, al igual que el inversor Jorge Soros o el megamultimillonario Bill Gates.

A nivel local, la tontería alcanza ribetes de escándalo. En un país donde la izquierda ha sido siempre electoralmente irrelevante, el sector más radical del Partido Colorado hace un enorme esfuerzo por construir el mito de una izquierda agazapada en las sombras, presta a pegar el zarpazo electoral.

Notablemente, ese villano marxista está integrado –según la teoría de marras– por cualquiera que considere impostergable debatir temas medioambientales, crea necesario hacer cambios en el sistema tributario, acepte discutir la unión civil entre parejas no heterosexuales, o haya criticado a la administración del gobierno anterior (o trabaje en alguna de las empresas cuyos accionistas sean también propietarios de medios de comunicación que emplea periodistas que la hayan criticado).

En contrapartida, todo aquel que considere errado grabar la exportación de soja, exija reformas en la función pública o considere irritantes los privilegios de la burocracia estatal, es catalogado como funcional a la derecha radical, los oligarcas y las multinacionales.

Por supuesto que las personas somos infinitamente más complejas que esta clasificación infantil. En mi caso, no creo que exista un modelo alternativo al capitalismo para desarrollar la economía, considero insostenible un sistema tributario basado en impuestos indirectos (donde proporcionalmente pagan más quienes ganan menos), me parece insuficiente lo que tributa la propiedad rural, defiendo el derecho de todas las parejas a unir sus vidas, sean heterosexuales o no, y considero absurdo cobrar impuestos sobre la exportación de materia prima y no sobre la renta del exportador.

Para unos soy zurdo y para otros facho.

Es obvio que las personas no somos productos a los que se pueda colgar una etiqueta. La intención de quienes lo hacen es simplemente potenciar las emociones para evitar cualquier intento de razonamiento, no sea que los electores dejen de actuar por miedo o por bronca… y empiecen a votar propuestas.

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