El gran escritor ruso Dostoievski decía que la belleza salva al mundo. Es un poco difícil entender el cómo nomás. Es cierto que de las tres grandes virtudes trascendentales del hombre: Bien, verdad y belleza, esta última es la única que abre ventanas en sitios donde hoy en día ya no entran ni verdad ni bien, por desencanto, por desconfianza, por comodidad o por pereza, no sé. La gente hoy relativiza y desconfía de la verdad objetiva, aunque ella existe y es necesaria; también desconfía del bien, porque ve el mal crecer con grandes tentáculos de poder y le escandaliza o bien porque no ha tenido mucha experiencia personal de cómo es y cree que no existe. A veces pasa que la verdad suele venir como una espada que atraviesa el alma. A veces, la verdad duele. Y el bien puede estar arropado de cierta ingenuidad que el mundo actual no tolera. Sin embargo, la belleza viene desarmada y desarropada. Se presenta en gestos, en palabras, en historias de vida, en cambios y despertares de conciencia, en arte, en amores cotidianos, casi ocultos a los ojos insensibilizados. A la verdad, algunos le temen a muerte, al bien le llegan a odiar por envidia, por ignorancia. Pero a la belleza, ¿quién se le puede resistir?, sobre todo cuando muestra su luz de forma inesperada, casi imperceptible, sutil, pero contundente. La belleza en un mundo descreído es sorprendente y resplandece. Impresiona. Justo lo mencionó también el especialista en investigación y tecnología, Jeff Graham, norteamericano que está dirigiendo el Imaginal Design Program, una propuesta educativa muy innovadora y que fue invitado a exponer en el pasado Congreso Educativo para el Desarrollo, la Productividad y la Tecnología, organizado por la Asociación Visión Paraguay. Dijo que, por experiencia personal en el “primer mundo” trabajando con gente de la élite política, se dio cuenta de que su agenda geopolítica y educativa no contempla bien el problema real de la humanidad hoy, que es compleja y crítica, y la educación sola no podrá responder, pero sí tiene una misión que no pasa por establecer nuevos indicadores los cuales están sobrevalorados, sino en plantear a los chicos de estos tiempos posmodernos con crisis de sentido existencial (incluso teniendo éxito laboral y social se vive mucho una vida paralela de submundo facilitada por la tecnología) la belleza como camino de sanación interior, de educación integral, de creación, incluso científica y de trascendencia.
Es necesario reunir de nuevo los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, es como decir, invitar a abrir la mente y el corazón a la realidad. Drogas, divorcios, suicidios… son resultados de una sociedad que solo invirtió presupuesto y energía en desarrollar al hemisferio izquierdo del cerebro: Control, análisis, burocracia. El hemisferio derecho, que es dominante, pero está olvidado, es centro de la introspección, de la síntesis, la abstracción, la creatividad, la fe y el sentido del misterio, de la aventura, del asombro. La sociedad que llamamos “desarrollada” y es usada como modelo educativo en realidad está en crisis y ha perdido el sentido profundo de la sabiduría al desconectarse de la realidad en todos sus factores y alejarse del marco interpretativo cultural que le precedió y podemos llamar greco-cristiana. La evidencia es clara: Crisis de salud mental, nihilismo, cinismo, frustración, falta de confianza en las instituciones, también baja participación comunitaria.
La vía de solución propuesta está en la misma comunidad, recuperar su ser, su esencia luminosa, a través del encuentro con la belleza de las pequeñas y grandes cosas de la vida, ya que el hombre está sediento de belleza, camino de verdad, de bien, de libertad, de identidad, de ciencia con creatividad, de innovación esperanzadora que puede crear futuro. Estamos llamados a trascender por el camino de la belleza natural y cultural que ya está oculta entre nosotros, pero requiere el coraje de los adultos para ser propuesta en clave personalista, de forma contundente y sistemática a las nuevas generaciones.