01 oct. 2025

Paraguay, como objetivo geopolítico del crimen organizado

Corría el año 2003 cuando un ex comandante mío, agregado militar en Alemania, comentó que, estando en Oriente Medio, en ocasión de un curso de alto nivel operacional, el inicio del programa fue signado a manera introductoria por el desarrollo del pensamiento griego, el comercio, la geografía política y el comportamiento social. Filosofía, economía, geopolítica y sociología. Antes de leer las Ordop (Órdenes de Operaciones), el soldado debería de conocer los principios de la mayéutica socrática. Sorprendido, dijo “al final del programa, comprendí la influencia de la economía ilícita sobre la población y su importancia para iniciar la escalada de un conflicto”. Tomás Palau, “el intelectual necesario”, definió hace un tiempo cuáles son los pilares que sostienen la economía paraguaya. Y uno de ellos, el narcotráfico, financia la calidad de vida de una parte importante de la gestión política, de los órganos de Justicia y de nuestras fuerzas de seguridad y defensa; junto a la de sus respectivas familias. Fijándonos en lo que enseña Palau –quien, a partir de una mirada independiente tuvo el mérito de desenfocarse de la visión estatal para demostrar científicamente, la influencia de lo ilícito mediante la paga en efectivo a funcionarios públicos venales en los diversos órganos del Estado paraguayo–, se explica lo que ocurre en Venezuela y sus inminentes consecuencias que, según reportes de la prensa internacional, podría tener una salida violenta caracterizada por una fractura interna del régimen de Nicolás Maduro, por golpe militar asociado a un fuerte apoyo popular o por una acción militar de los Estados Unidos. El caso venezolano viene a convertirse en el típico caso de un Estado fallido, cuyas serias implicancias pueden arrastrar a otras potencias (Rusia, China e Irán y sus aliados asociados) hacia nuestro continente. Aquí lo extraño resulta que América Latina, autodeclarada como una zona de paz, por más que padezca de violencia interna endémica, vuelva a enfrentar el serio riesgo de involucrar a dichas potencias nucleares, tal como la crisis de los misiles de Cuba de 1962 y la Guerra de las Malvinas de 1982. Una Venezuela signada por la hiperinflación, la migración masiva de sus habitantes y los grupos criminales que, en sociedad con el Estado, sostienen a la economía del país, contribuye sin duda a desestabilizar la paz regional al punto de que sus aliados, puedan estar tentados para dañar a Estados Unidos en su propia zona de influencia o territorio. La visión de la Unión Europea, sobre conflicto en el Caribe y el desplazamiento militar de EEUU, discrepa con el discurso del presidente norteamericano, ya que considera que la potencia hemisférica tiene dos objetivos: uno primario, cual es el combate específico al narcotráfico con medios militares, y otro estratégico, objetivando el control de las nuevas y grandes reservas de petróleo halladas en yacimientos de la Guayana Esequiba. El presidente Donald Trump, negacionista del impacto ambiental, ha firmado, según medios de ese país, el 8 de agosto pasado, la orden ejecutiva que dispone el empleo de medios militares por tierra, mar y aire contra cárteles de las drogas en México y Venezuela, autorizando a operar de ese modo fuera de sus fronteras, poniendo luego de más de sesenta años una mirada con mayor criterio bélico hacia Latinoamérica. La firma del presidente Trump marca un punto de inflexión, ya que posa su mirada desde México a Tierra del Fuego, signo indiscutible que seguirán las próximas administraciones que le sucedan, especialmente la republicana, con mayor presión sobre los países más grandes de esta región: Argentina y Brasil. Fíjese que nuestro país es un paso obligado, siendo el río Paraguay y la nueva ruta transoceánica que pasará por el Chaco Central, puntos cardinales y de comunicación fluvial e infraestructura terrestre que unirán a la costa atlántica con el Pacífico y su zona de libre comercio con los tigres asiáticos, abriendo nuevos mercados de tráfico comercial para bienes y servicios. Y he ahí nuestro desafío. Además de la inversión para nuestras fuerzas de defensa y de seguridad en materias de infraestructura física, tecnología, un mejor presupuesto y capacitación con énfasis en el manejo de datos, se deben diseñar nuevos escenarios de conflictos de múltiple polaridad. Resumidamente, mientras el crimen organizado siga pagando los gastos de consumo de los agentes del Estado, nutriendo el bolsillo de quienes deben protegernos y gobernarnos, el estado de bienestar será reemplazado por el estado de violencia. Infelizmente, varios países del continente ya nos lo demuestran. Alguna vez me preguntaron qué se puede hacer para combatir a la inseguridad. No se me ocurrió otra que no fuese la siguiente respuesta: “La época dorada del Imperio romano se inicia con el gobierno de los emperadores antoninos, a partir de Antonino Pío; eran líderes virtuosos. Fue una burbuja, un breve tiempo en la azarosa historia de la humanidad”. ¿Estamos de acuerdo?

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