07 jul. 2025

¿A dónde vas, Paraguay?

La reciente intervención en la Cámara de Senadores de la senadora Dra. Blanca Ovelar sobre el estado de la educación académica en nuestro país ha provocado un impacto extraordinario en sectores significativos de la ciudadanía. El impacto ha tenido doble fuente: Por lo que dijo y por cómo lo dijo.

Lo que dijo es gravísimo, y es verdad. Y por eso el impacto es mayor; por ser así, refuerza lo que todos pensábamos y no nos atrevíamos a aceptar como indiscutible. Lo que opinábamos y temíamos, dolorosamente la senadora Blanca Ovelar nos lo ha ratificado.

Para más impacto, nos ha impresionado cómo lo dijo: Con claridad, sin paliativos, valiente, firme, preocupada, convencida y convincente.

Su opinión es importante porque trae consigo el aval de una carrera profesional de quien ha logrado llegar a ser ministra y presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Senadores.

Lo que ha dicho la senadora es gravísimo, no solo porque describe el estado caótico de nuestra educación académica en todos sus niveles escolares y superiores, sino también porque corrobora, con información, la calificación que nos da PISA, ubicándonos en su ranking internacional como la segunda nación con peor educación, y, además, porque denuncia la inmoralidad y amoralidad que destruyen el sistema educativo nacional y nos hunden en el subdesarrollo.

La educación es la base, los cimientos para la construcción del futuro personal y nacional. Sin educación sólida, actualizada y de calidad no hay futuro. Con esta educación que nos describe Blanca Ovelar, ¿a dónde va Paraguay? El estado actual de la educación es fruto de la decadencia profesional de los educadores y de la decadencia moral, social y política.

El 12 de junio de 1974, la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) publicó una Carta Pastoral, titulada El saneamiento moral de la Nación, que tuvo muy buena acogida en la ciudadanía, y rechazo y críticas por parte de autoridades del Gobierno de Stroessner. Y, lamentablemente, la Carta Pastoral no tuvo el efecto que se deseaba. La crisis moral continuó.

Tanto es así que, en el 2013, Alcibiades González Delvalle, comentando la Carta Pastoral, decía: “Del 12 de junio de 1974 a esta parte hemos desmejorado sin remedio”.

Hay que reconocer que, en estos últimos doce años, ha crecido el deterioro en cantidad y diversidad de lesiones a la moral. Por ejemplo, hay indicios sobrados para concluir que los sobornos tienen cancha libre, a nadie parece preocupar los desacatos a la Constitución y las leyes, es vox populi que la impunidad goza de buena salud.

A pesar de ello, nunca hubo tantos presos en las cárceles, cada día aparecen noticias de motochorros y adolescentes delincuentes y hasta criminales, se ha desbordado el número de abusos sexuales y la violación de menores; se han filtrado los objetivos 4 y 5 de la Agenda 2030 y la perversa y homicida ideología de género, corren drogas hasta en desayunos escolares; en una palabra, ha crecido notablemente la corrupción no solo política y administrativa, sino en diversas versiones, todas inmorales.

La historia demuestra que hasta los imperios más sólidos se han desmoronado por la decadencia moral.

En Paraguay estamos poniendo las bases de una próxima nación marginal y violenta, que no tendrá futuro si no reforma urgentemente la educación y no erradica la decadencia moral. Dos tareas complejas y apremiantes que requieren la participación de toda la sociedad y de todo el Estado, bajo la dirección democrática y profesional del Gobierno.

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