30 abr. 2024

2.000 por día

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Suministraron las primeras dosis de las vacunas contra el Covid-19 en Guairá.

Foto: Richart González.

A un año del primer caso de coronavirus detectado en nuestro país, estamos en el peor momento de la pandemia. En aquel momento lo vimos como una gran amenaza para cada uno de nosotros y reaccionamos en consecuencia. El Gobierno decretó medidas drásticas de confinamiento que aceptamos cada uno, a pesar de los grandes sacrificios económicos y sicológicos que significaban. Posteriormente, empezó un proceso de reapertura gradual de las actividades, al mismo tiempo de implementar programas de contención social con planes de transferencia para la población más vulnerable.
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Todo eso nos permitió controlar el ritmo de contagios y se evitó un colapso del precario sistema de salud que tenemos. Efectivamente, las actividades fueron habilitándose gradualmente bajo estrictos protocolos de seguridad sanitaria que requerían el uso de tapabocas, el lavado continuo de manos y el distanciamiento físico; de tal manera a minimizar los riesgos de contagio. Además debíamos reducir las reuniones sociales, grupos con pocas personas, en lo posible en lugares abiertos. En general, el cumplimiento fue relativamente elevado hasta fines del año pasado y desde agosto se mantuvo un ritmo inferior a 1.000 contagios por día compatible con la capacidad del sistema de salud y con gran parte de las actividades económicas funcionando, a tal punto que el indicador mensual de actividad económica de diciembre superó al observado en diciembre del 2019.

Para encarar el 2021, lo crítico era la obtención de vacunas suficientes para inocular a toda la población lo antes posible. Aquí se rompió el proyecto. Las autoridades de Salud habían puesto todas sus fichas en el mecanismo Covax de la OMS que promovía una distribución equitativa y a bajo costo de las vacunas entre los países. Una mala lectura de la realidad. Ya se había notado con los respiradores que cada país buscaba resolver sus problemas primero. En esta oportunidad, los laboratorios empezaron a comercializar las vacunas incluso antes de tener las aprobaciones regulatorias. Muchos países negociaron directamente con ellos y tuvieron prioridad en la distribución inicial de las mismas. Nuestras autoridades intentaron hacer lo mismo a fines del año pasado, pero ya era tarde, ya teníamos que entrar en lista de espera, incluso pagando de contado. Las entregas importantes del mecanismo Covax recién estarán en el segundo semestre del año y estamos recibiendo las vacunas a cuentagotas con algunas donaciones.

Dadas las circunstancias, lo más probable es que una vacunación importante será posible recién hacia el último trimestre del año y tenemos que pasar el invierno. La gente está harta, con una gran desconfianza, ya no está dispuesta a soportar otro confinamiento y el Gobierno no se siente con autoridad suficiente para imponerlo nuevamente. Sin embargo, la situación es muy crítica y no hay muchas opciones. Gremios médicos públicos y privados han manifestado públicamente que estamos al borde de una catástrofe sanitaria, porque con 2.000 contagios por día el sistema de salud va a colapsar.

Todos debemos recuperar la cordura y actuar con responsabilidad, porque la amenaza es más grande de la que teníamos el año pasado. A cortísimo plazo, tenemos que volver a lo básico: minimizar reuniones, usar tapabocas, lavarnos las manos y mantener una distancia física de 2 metros como mínimo. Es necesario que hagamos campañas en las empresas y en los medios masivos de comunicación de manera continua, buscando generar conciencia sobre estas conductas individuales responsables. Además, el Gobierno debe dejar de preocuparse por el precio de las vacunas y comprar las que estén disponibles para entrega inmediata para acelerar la vacunación y generar un puente hasta el segundo semestre, sin importar si son de China o Taiwán. Por último, es necesario que los líderes políticos comprendan la situación y busquen aportar soluciones a la crisis sanitaria sin generar problemas adicionales. Una crisis política y un cambio de gobierno no resolverán el problema de salud y tendrán consecuencias negativas en la débil recuperación económica en marcha. Ya vendrán los tiempos para asignar responsabilidades. Y que Dios nos proteja.

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