14 may. 2024

1.600 millones

Esa es la misma cifra que venimos repitiendo desde hace años para varias cosas. 1.600 millones de dólares es lo que calculan el BID y el Banco Mundial que se roba anualmente desde el Estado por “malgasto público”.

Es lo que prestó el gobierno de Abdo para enfrentar la pandemia y es la misma cantidad que arroja el déficit en presupuesto de manera anual. Es mucha plata. Es más del 12% de todo lo establecido en ingresos y gastos del Estado. Es más que el dinero para la educación. Son recursos que deberían ser analizados y corregidos de forma urgente.

Si se dejara de robar esa cantidad se podría enjuagar el déficit público o podríamos duplicar los presupuestos de educación y salud. Pero hay que dejar de robar y para eso el que lo hace debe ser sancionado y eso no pasa hasta ahora en el Paraguay. Nadie teme porque las sanciones son muy bajas, el costo de la Justicia igual y la pena para volver a la Función Pública es apenas de 5 años. Es lo que le pasó esta semana al ex comandante Alvarenga, de la Policía Nacional de Cartes, acusado de haberse enriquecido ilegalmente en el cargo. Su mujer, con la que comparte bienes conyugales, fue absuelta. Si se castigara con severidad a los ladrones de los USD 1.600 millones habría todo aquello que hoy requerimos. Camas en los hospitales, escuelas, maestros bien pagados y personal de blanco para atender a los enfermos. USD1.600 millones es muchísima plata para este país, cuyo presupuesto general ronda los 14.000 millones.

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Es imperioso hacerlo porque se vienen tiempos duros. El petróleo no bajará de los precios actuales y los costos de sostener la pesada burocracia cleptómana serán tan inmensos que los ladrones de adentro pedirán más sacrificios a la ciudadanía. Más impuestos vienen con un incremento diario del costo de vida. No se podrá detener una conmoción social y es poco probable que una democracia sin institucionalidad se sostenga ante esa realidad. Los de adentro, los privilegiados asalariados del sector público, deben entender que la situación para ellos como para nosotros es de vida o muerte. Los países petroleros no han invertido en dos años de pandemia lo que debían y las pérdidas acumuladas se buscarán recuperar con precios altos por lo menos en dos décadas. La inflación que ya tenemos puede incrementarse aún más y con ello el malhumor ciudadano que puede arrasar con todo. Primero serán más hechos violentos y mendicidad para luego adquirir ribetes como el ecuatoriano, donde están a las puertas de acabar con el gobierno de Lasso por “el aumento del costo de vida”. La cosa es seria.

No se puede seguir gastando más de lo que se ingresa. Los 1.600 millones de dólares del déficit solo pueden ser enjuagados con más impuestos o severa reforma del Estado. Esto segundo es absolutamente imposible en tiempos electorales y lo primero no tiene margen de maniobra. Solo queda patear el problema para el que venga, que aún no tiene “las milanesas para toda su vida”, como lo afirmó Abdo, que con la cantidad de problemas acumulados y como buen bitongo ya no quiere ser más presidente de la República y se lanza a la candidatura de la ANR.

Somos una nave a la deriva, como el Boeing 747 iraní-venezolano retenido con su tripulación en Buenos Aires y que pasó por Paraguay para una escala de ocho horas y se quedó tres días. Nadie sabe para qué ni quién pagó el flete de cigarrillos de Cartes a una empresa suspendida por la ONU y los EEUU. Los valores del negocio no alcanzarán 1.600 millones de dólares, pero su impacto puede ser igual a sus protagonistas que el que tiene en el presupuesto para todos nosotros tamaño fatídico monto.

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