Es tan corto el amor y tan largo el olvido. Desde julio duermo ante tu ventana, esperando que me ilumines con tu sonrisa sin descuentos y hoy que te tengo en mis manos quiero estirar la dicha eternamente. Pero sé que todo es fugaz. Apenas un instante de luz en medio de la oscuridad. Un guiño de ahorro imposible.
Quiero caminar contigo un sendero bucólico de consumismo feliz. Retozar en el somier nuevo, solazarme con la tevé HD y el home theater, amarte a la orilla del mar carioca o montar en “potra de nácar sin bridas y sin estribos”. En verdad, no sé por qué te necesito, solo sé que te necesito.
Pero las ansias pervierten el sueño. Y sinceramente: Es culpa mía pedirte más de lo que jamás me prometiste. Es culpa mía creerte meta cuando apenas eres camino. Es culpa mía esperarte tanto para tenerte tan poco.
Cuando lentamente nos demos cuenta de la inevitable despedida me cantarás al oído “Yo no quiero juntar para mañana/no me pidas llegar a fin de mes/yo no quiero comerme una manzana/dos veces por semana/sin ganas de comer”. Y yo te responderé dolido: “Di por qué me abandonas,/tonta, si bien sabes que te quiero/vuelve a mí, ya no busques otros senderos/te perdono porque sin tu amor/se me parte el corazón”.
Y me contestarás: “Sé hombre, vive, la fortuna es de los atrevidos. Quién nos quitará la dicha de haber estado juntos”. Luego me dirás frenética “tómame, no pienses en el mañana, qué necesidad tiene tu hijo de irse a un colegio más caro o de tener todas las cuotas del colegio pagadas, qué necesidad tienen las tarjetas de ser saldadas, qué necesidad tiene el auto de un motor rectificado, si la casa pudo vivir tantos años sin muralla, por qué apurarse o un poco de goteras no le mata a nadie”.
Y yo correré loco. Te tomaré y me iré en taxi (el auto no arrancará, hay que rectificar el motor) o, en el peor de los casos, en micro con aire, me iré al súper, agarraré un doble black (no jodamos: el azul o el dorado es imposible), un pollo relleno (lo de un pavo, es muy pavo) y un kilo de galleta cuartel con queso.
Luego correré al centro y compraré un Roles, un Adhidas (con cuatro rayitas, el de tres tiene cualquiera) un vaquero Lebi’s, una remera Lacosta y un perfume Aurelio Banderas.
Y pasaré contigo la noche en el panchero que está frente al Carmelitas. Y volveré a casa caminando.
Mi hijo quizás pierda el año, las tarjetas me demandarán y la casa será tomada por damnificados. Yo te esperaré otro año para atraparte de nuevo y robarte algo de felicidad.