Alguien definió lo que está pasando en estos días como una “nueva primavera democrática” en Paraguay y comparó la reacción ciudadana a lo que sucedió en 2011 cuando el mundo entero se estremeció al ver el inicio de un conjunto de revueltas en el Norte de África y Oriente Medio y que propició nada menos que la caída de algunos de los dictadores más temibles y obstinados de esa parte del planeta, como Hosni Mubarak en Egipto, Muamar Gadafi en Libia, Ben Ali en Túnez, además de varias rebeliones en curso contra las dictaduras de los Asad en Siria y los Khalifah en Bahréin.
Claro que, en este caso, podemos decir que la revuelta en Paraguay es hasta ahora simplemente mediática y los escraches no pasan de las redes sociales y algunas que otras protestas en las calles.
Pero, tampoco es menos cierto que la indignación se apoderó de la ciudadanía al conocer la manera tan descarada, burda y sin escrúpulos con la que algunos amigos y parientes del poder, han tomado como botín de guerra las arcas del Estado para beneficiarse económicamente a lo largo de todos estos años.
Algunos de los “afectados” hasta tuvieron la desfachatez de ponerse en el papel de víctimas, diciendo que la prensa se ensaña con ellos; mientras que lo único que se exige es que de una buena vez se instale y comience a regir en el país la “meritocracia”.
Debemos aprovechar la ola de transparencia que se originó tras el fallo histórico de la Corte Suprema de Justicia sobre el acceso a la información pública. Este es un buen momento para que nuestros gobernantes se decidan a cumplir y hacer cumplir la ley para que este tipo de situaciones no vuelvan a repetirse.
Pero, también hay que decir que en un país donde el sistema clientelar y prebendario fue desde siempre el sistema imperante, de un día para otro esto no será posible revertir. Ya vimos también que no es un problema de colores, ya que están representados todos los sectores políticos en esta suerte de “casta privilegiada” que constituyen algunos empleados estatales.
Lo que sí debemos mencionar es que de parte de los administradores y autoridades debe existir mayor firmeza a fin de mantener la esperanza que el pueblo tuvo al entregarles su confianza en las urnas, con la intención de que este país demuestre que puede tener una gestión pública diferente. Esa esperanza del pueblo no se puede desilusionar.
Por eso, me gustaría resaltar la postura del presidente Horacio Cartes, quien afirmó en reiteradas ocasiones, que “lo público debe ser público”. Como dijo el experto argentino Ezequiel Santagada: “La ciudadanía ahora sabe que es dueña de la información pública, de que los gobernantes no son nuestros patrones, sino que la relación es inversa”.