La menor tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB), junto con la ausencia de políticas laborales y agropecuarias eficaces, está generando un aumento del desempleo, especialmente en el sector urbano.
Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), unas 200.000 personas se encuentran sin empleo, cifra que coincide con las fuentes nacionales. Esto significa que alrededor del 6% de la población económicamente activa, es decir, aquella que quiere trabajar, pero no consigue empleo, un porcentaje que se duplica en la juventud y casi se triplica en las mujeres jóvenes.
El acceso a un trabajo remunerado no solo genera ingresos, también posibilita insertarse a algún mecanismo de jubilación o de seguro médico, y permite ser parte de asociaciones, sindicatos, cooperativas, con lo cual también se abren oportunidades para el acceso al crédito y a otros mercados con las ventajas que ofrece el capital social. Pero lo más importante es la autonomía económica y política y la dignidad que conlleva la no dependencia económica, tanto en el presente como en el retiro laboral.
Por estas razones, no es un problema menor el que aumente el desempleo, sobre todo en un contexto de crecimiento económico que además no es bajo porque se ubica por encima del crecimiento poblacional.
Si el crecimiento económico generara empleos en la misma proporción de su aumento, la oferta de trabajo encontraría puestos suficientes, especialmente la juventud que es la más afectada. Pero como muchos analistas vienen diciendo desde hace años, este modelo económico siempre tuvo obstáculos para que sus beneficios se tradujeran en mayores empleos e ingresos para la población, aun cuando el PIB crecía por encima del 5% anual. La situación empeora en el contexto actual en que la economía está creciendo al 4% anual.
La crisis en el sector rural reflejada en el conflicto por la tierra, el desabastecimiento de alimentos en algunos meses y la caída de los precios a niveles insostenibles para los campesinos, se traduce en una expulsión de trabajadores, especialmente jóvenes, hacia las ciudades.
El sector urbano tampoco tiene respuestas, lo que se traduce en tasas de desempleo que duplican a los del sector rural. En Asunción y el área metropolitana, el desempleo llega al 8,9%. Más de la mitad de los desempleados se concentra allí.
Es urgente que los recursos destinados a los programas de agricultura familiar se utilicen con eficiencia y eficacia, reflejándose en un aumento de la producción de alimentos, así como de los ingresos de las familias campesinas. En el sector urbano se requieren políticas laborales de mayor cobertura, mejorando la calidad de la capacitación laboral y aumentando la cobertura de los servicios de intermediación laboral.
A mediano plazo es necesario revisar todas las políticas económicas de manera a ver cuál es su impacto en el empleo. El primer objetivo del desempeño económico debería ser generar beneficios económicos en la gente. Si eso no se logra hay que preguntarse las razones y realizar las acciones para revertir la situación.