Caacupé se convirtió una vez más en el espacio fundamental de la fe del pueblo paraguayo. En esta edición hubo un particular mensaje de esperanza para el pueblo que vive momentos difíciles y abundaron los cuestionamientos hacia la clase política y los gobernantes. La Carta al Pueblo Paraguayo, del monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, critica el autoaumento salarial de los congresistas, expresa preocupación por la situación de los jubilados; aboga por una sociedad más justa y equitativa y un gobierno más confiable.
La carta está, dijo monseñor, en sintonía con el mensaje del papa Francisco. En ella explica que vivir según la lógica de la esperanza no implica ocultar problemas ni evadir dificultades, “porque si así lo hiciéramos, estaríamos ignorando los pecados del mundo, que son las causas de dolor, sufrimientos y persecuciones, causa de la ignorancia, de tanta pobreza y discriminación”. Insta a tener una esperanza en clave positiva con la expectativa de recibir bendiciones prometidas a los justos.
En la misiva, el obispo expresó su preocupación por los jubilados y condenó los autoaumentos; los fondos jubilatorios están siempre en zozobra y a los jubilados el seguro social considera una carga y, por consiguiente, los trata con desmedro y menoscabo a la hora de recibir atenciones de salud, señaló. Condenó la especulación con la jubilación de personas que trabajaron tres décadas para poder vivir honradamente sus días postreros. Todo esto, apunta el obispo, “mientras los congresistas se autoasignan sueldos y sobresueldos, a los jubilados se les quiere recortar el fruto de tantos años de trabajo honesto, fatigoso, perseverante”.
Citando al papa Francisco, urgió “de manera apremiante” la atención de millares de pobres que carecen de lo necesario para vivir. “Frente a tantas riquezas, saqueos y despilfarros, la pobreza es un escándalo constante ante la cual existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse”. Monseñor Valenzuela afirmó que los pobres no necesitan compasión, esperan justicia y correcta distribución de los bienes económicos. “Imagínense no tener qué comer ni dar de comer a la familia, no tener dónde dormir cómodamente, no poder vestirse dignamente ni tener recursos para la salud y la educación”.
Asimismo tuvo palabras para los jóvenes, quienes sufren las consecuencias de los privilegios otorgados a quienes acceden fácilmente a lugares que deberían estar destinados a personas capacitadas o especializadas para ello. A ellos instó a no decaer y no ceder ante las prácticas tan desalentadoras de premiar la lealtad antes que la capacitación, el amiguismo antes que el estudio y el diploma. “No sucumban ante la precariedad del trabajo que les toca”.
Mencionando uno de los temas del Jubileo 2025, la paz del mundo, recordó las actuales guerras entre países para tratar de obtener o conservar poderes hasta límites irracionales, sin reparar en los profundos daños y perjuicios que van dejando en medio del dolor y la impotencia de millones de personas. Así recordó nuestras “guerras” paraguayas que perturban nuestra paz: Las “guerras” entre grupos armados de narcotraficantes y los casos de la banda de asesinos que opera en el Norte y mantiene secuestrados a Edelio Morínigo y Óscar Denis. Otra contundente reflexión estuvo dirigida a quienes denominó “mercaderes de los estupefacientes y quienes lucran con el sicariato y con la muerte”. A ellos les dijo que si no cambian su negocio teñido con sangre, jamás verán la Gloria de Dios.
En la mejor tradición del magisterio de la Iglesia, y en el marco de la festividad de la Virgen de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela afirmó que el Paraguay necesita nuevos e inspirados líderes, “personas comprometidas, auténticas, íntegras, sin dobles agendas, dispuestas a respetar las reglas democráticas y a cumplir los mandatos recibidos del pueblo, solamente del pueblo y de las leyes acordadas”.