07 nov. 2025

Una condición para el desarrollo: La educación

Paraguay parece estar entrando, finalmente, en una etapa de despegue económico. Las proyecciones de crecimiento, la estabilidad fiscal y el consiguiente mayor control de la deuda pública son señales alentadoras. Sin embargo, detrás de los buenos números se esconde un problema estructural que amenaza con limitar el desarrollo: La baja productividad laboral y el déficit educativo.

Durante años, el país ha sostenido su crecimiento gracias a la expansión del sector agropecuario, los precios favorables de los commodities y la inversión en infraestructura. Pero el salto cualitativo –ese que transforma el crecimiento en desarrollo– depende de la capacidad de producir más y mejor con los mismos recursos. Y ahí, Paraguay está rezagado.

El informe de la Cepal sobre productividad laboral señala que en Paraguay el promedio por hora trabajada es de USD 332, mientras que el promedio regional es de USD 598. En países vecinos, Uruguay lidera con USD 1.441; Argentina llega a USD 882 y Brasil a USD 593.

Es decir, en Paraguay generamos un menor valor económico por cada hora de trabajo invertida en comparación con otros países. Si bien entran en juego un sinfín de factores, me centraré en el que considero más importante: La calidad educativa, especialmente en los niveles de formación técnica y media, no responde a las demandas del mercado laboral.

Mientras el mundo avanza hacia la economía del conocimiento, nuestro sistema educativo aún forma generaciones sin las competencias básicas en matemáticas, comprensión lectora y pensamiento crítico.

El Banco Mundial, en su reciente informe “Emprendimiento transformador para el empleo y el crecimiento”, describe el caso de América Latina y el Caribe (ALC) y señala que los empresarios se concentran en microempresas –de 0 a 5 empleados– dominadas por trabajadores por cuenta propia con bajo nivel educativo e ingresos reducidos. La mayoría de estos emprendimientos son informales y carecen de capacidad de expansión. En contraposición, un grupo mucho menor de empresas “transformadoras” logran crecer y generar empleos, y suelen estar lideradas por emprendedores con mayor educación y recursos.

Esta brecha, advierte el Banco Mundial, no existe en las economías avanzadas como Estados Unidos, donde el nivel educativo de los emprendedores es más homogéneo. En América Latina, incluso entre los empresarios del decil más alto de ingresos, casi la mitad solo alcanzó la educación secundaria o menos. Este déficit educativo –sumado al rezago de la productividad formal– empuja a gran parte de la fuerza laboral al autoempleo o a la informalidad, reduciendo el crecimiento sostenido.

No se puede seguir eludiendo esta realidad: Sin educación no hay productividad, y sin productividad no hay desarrollo sostenido. Mejorar las capacidades técnicas y gerenciales, fortalecer la enseñanza de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM) e impulsar programas de gestión y emprendimiento son condiciones indispensables para construir una economía moderna y competitiva.

Paraguay tiene una ventaja demográfica que podría ser una oportunidad histórica. Pero esa oportunidad se desvanece si la mayor parte de su población joven queda atrapada en empleos de baja productividad o en emprendimientos de subsistencia. Invertir en educación no es solo una necesidad social, sino una estrategia económica. Para que el país realmente despegue, debe apostar a su mayor activo: Las personas.

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