Equipado con un sensor especializado, semejante a un pequeño sombrero, un elefante marino nadó más de 3.000 millas (4.800 kilómetros), en un viaje de tres meses, en aguas turbulentas y ricas en remolinos de la corriente circumpolar Antártica.
De acuerdo con la Agencia Espacial Estadounidense, el elefante marino realizó alrededor de 80 inmersiones a profundidades que van desde 500 a 1.000 metros por día durante este tiempo para recopilar datos nadando.
El animal recopiló un flujo continuo de datos que han proporcionado una nueva visión de cómo el calor se mueve verticalmente entre las capas oceánicas en esta región volátil, una visión que nos acerca un paso más a la comprensión de cuánto calor del Sol es capaz el océano de absorber.
El sensor utilizado en la investigación fue colocado sobre la cabeza del elefante marino, siguiendo los estándares éticos establecidos, al momento en que llegan a tierra para reproducirse o para cambiar la piel.
Cada vez que elefante marino vuelve a tierra la siguiente vez, los científicos le quitan el sombrerito para recuperar sus datos. Si por algún motivo el animal no pudo ser ubicado, era porque el sensor se caía con la piel muerta.