07 oct. 2024

Tránsfugas

¿Estamos realmente en una “democracia representativa, participativa y pluralista” como lo establece la Constitución Nacional en una de sus declaraciones fundamentales? ¿Acaso la expulsión de Kattya Mabel González Villanueva del Senado no es apenas un botón de muestra de que no? ¿Y qué podemos decir del “pase” de senadores como Patrick Paúl Kemper Thiede, Norma Beatriz Aquino Luraghi, Javier Odilón Vera Medina y Zenaida Concepción Delgado Benítez, o de los (ex) liberales cartistas? Si esto no es estafa electoral, ¿entonces qué? Y aclaro que no voté por ninguno de ellos.

González lamentó recientemente la situación: “Durante la campaña, y con la intención de evitar el transfugismo político y comprometernos a un marco ético en cuanto al rol que iban a cumplir los legisladores que ingresaban por la Alianza Encuentro Nacional, se firmó un pacto ético”, dijo. Se refirió así a Kemper, quien “no tuvo empacho en pisar para prestarse a cumplir su papel de saldo en oferta para el cartismo”.

Una de las legisladoras más votadas también alertó de la situación que está pasando: “Kemper no es el problema; es la manifestación de un síntoma: Aquí se pretende restar todo lo posible la poca legitimidad que le resta al Congreso Nacional para presentarlo a la ciudadanía como algo inservible y muestra de que la democracia es irrelevante. Eso forma parte de ese proyecto autoritario”.

Es así. Resulta difícil creer en las elecciones cuando aquellos en quienes se depositó la confianza en un sufragio esperan nada para sumarse a lo que supuestamente cuestionaban. ¿Cómo hablar de voluntad popular? ¿Qué pasa con la furia ciudadana ante tamaño fraude? Cuidado.

Estamos ante unas elecciones que aparentan un timo. ¿Caímos en una falacia? ¿Qué se puede hacer ante el engaño? ¿Quizá la revocatoria de mandato puede ser una alternativa? Es inaceptable que no hayan pasado seis meses de las últimas elecciones y que tantos legisladores votados como opositores ya hayan violado el mandato que se les encargó.

Hay que recordar a Augusto Roa Bastos para llamar un poco la atención. El Cervantes paraguayo escribía en su obra más aclamada: “Los pueblos no abdican su soberanía. El acto de delegarlo no implica en manera alguna el que renuncien a ejercerla cuando los gobiernos lesionan los preceptos de la razón natural, fuente de todas las leyes. Únicamente los pueblos que gustan de la opresión pueden ser oprimidos. Este pueblo no es de esos. Su paciencia no es obediencia. Tampoco podéis esperar, señores opresores, que su paciencia sea eterna como la bienaventuranza que le prometéis para después de la muerte”. Ojo.

Prefirieron desalojar del recinto legislativo a quien molestaba al poder, a quien cuestionaba los atropellos. Atacan a la voz opositora, pero defienden a los imputados, a los de dudoso título, a los falsarios impenitentes que acometen ante el mismo Congreso de la República del Paraguay, pero que, a pesar de ello, se sientan campantes en un curul parlamentario.

Galardonan con la presidencia de una cámara a otro que avaló el ingreso de cientos de recomendados de familiares y políticos. Execrables prácticas aplaudidas en coro por quienes dicen representarnos. Nepotismo puro y duro, lacayos por donde se mire.

Loas y más loas, no les gustan las críticas. De vuelta a Roa Bastos, porque “tú ves que aquí, como en el resto de América, desde la Independencia, ha quedado flotando en el aire el virus de la monarquía, tanto o más que el del garrotillo o la mancha que apesta al ganado. Los ayudas de cámara, los fiel-de-fechos, los doctores, los militares, los curas. Todos sufren de calentura por ser reyes”.

Estamos en una República, señores y señoras. Esto es una democracia, un “Estado de derecho” he’i el canciller. Entonces, dejemos de aparentar y seamos. Más temprano que tarde, Dios y la Patria lo demandarán, porque “en las situaciones desalentadoras, la verdad exige tanto apoyo como el error”. Gracias don Augusto.

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