28 abr. 2024

Thanos en Paraguay

Como si Thanos, el inevitable villano de Marvel, hubiera chasqueado los dedos, más del millón de paraguayos que figuraban en las proyecciones de población para el 2023 hoy ya no existen.

Según el último censo, somos menos, tenemos pocos hijos y estamos envejeciendo. Repasemos estos números para entender mejor dónde estamos parados y cuáles son, de acuerdo con esta nueva realidad, nuestros futuros posibles.

Según explicaron los técnicos, la reducción dramática entre las estimaciones iniciales y lo que finalmente reveló el censo del año pasado es una consecuencia del registro fallido del año 2012 que no completó el porcentaje necesario de censados para determinar la población total. En consecuencia, debieron tomar los datos del censo anterior, del año 2000.

Fue sobre esa base que se hicieron las proyecciones que incluían variables, tales como cuántas mujeres alcanzarían la edad de procrear en las siguientes décadas, y cuántos hijos podrían tener según la tasa de natalidad de entonces. De acuerdo con esos cálculos, hoy seríamos alrededor de 7.400.000 habitantes. El censo del año pasado detectó, sin embargo, que somos apenas 6.109.000 ¿Qué pasó?

Para los demógrafos, varias cosas. La primera y más importante es que la tasa de natalidad cayó de manera dramática. Mientras que, para la segunda mitad del siglo pasado, las mujeres tenían en promedio hasta cinco hijos, hoy ese promedio es de solo dos y con tendencia a llegar a uno en breve. Lo segundo es una fuga de potenciales madres.

Entre la gente que ingresó al país y la que salió y jamás retornó, existe una diferencia negativa de casi medio millón de personas, con una mayoría notable de mujeres. En solo veinte años, más de 500.000 compatriotas emigraron.

Y lo tercero, aunque con un impacto mucho menor, fue el incremento en la tasa de mortalidad que provocó la pandemia. Seguramente todas estas explicaciones serán objeto de polémica y más estudios, pero lo cierto es que tenemos ahora mismo un país muy diferente del que suponíamos. Y eso implica oportunidades, pero también desafíos muy distintos.

Por ejemplo, en los años sesenta, la población de menos de 14 años representaba casi la mitad del total; hoy son menos de un cuarto (24%). Tenemos menos infantes que atender. Esa es una gran ventaja porque podemos concentrar recursos para mejorar sustancialmente sus cuidados de salud y educación. Esta nueva realidad demográfica explica por qué hay tantas escuelas con un número absurdamente bajo de estudiantes matriculados.

Es un sinsentido presupuestario mantener escuelas precarias, con menos de 30 alumnos, en regiones donde se pueden construir grandes centros educativos y dotar a los chicos de almuerzo, merienda, atención médica y transporte escolar.

La contracara de este fenómeno demográfico es el aumento progresivo de la población mayor. Paraguay está envejeciendo, aunque aquellos con más de 65 años representen aún menos del 10% de la población. Ahora mismo, 6 de cada 10 paraguayos están en edad productiva, pero en dos décadas más, la mitad llegará a la tercera edad. Y solo uno –con suerte– se habrá acogido al beneficio de la jubilación.

Es alarmante. El motor de nuestra economía, nuestra gente productiva, en su gran mayoría tiene una pobre formación, genera ingresos bajos y carece de seguridad social. Lo que ahora vemos como el bono demográfico en unas décadas se convertirá en una pesadilla social, con más personas adultas invadiendo los hospitales públicos y dependiendo de la caridad de sus familiares o de algún magro subsidio estatal.

Hay grandes oportunidades y monumentales desafíos. El censo es una herramienta poderosísima si la usamos para orientar las políticas públicas; si no, es apenas una radiografía que nos adelanta que vamos a estar peor.

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