18 abr. 2024

Reflexiones sobre la ruptura opositora

“Ahí todos hemos perdido”, aseguró Fernando Lugo al ser entrevistado por haberse cumplido una década del juicio político exprés que lo desalojó del poder.

Tiene razón, en gran parte, pues aquella interrupción abrupta fue una herida profunda al proceso democrático e institucional del Paraguay. Pero los colorados ganaron.

En 2012 transitábamos la inédita experiencia de una alternancia política por vía electoral, tras sesenta años de hegemonía colorada. En poco más de un año Lugo completaría su mandato. Había llegado hasta allí con el fantasma del juicio político flotando sobre su cabeza. Los colorados lo habían intentado más de una veintena de veces. En ocasiones le faltaron votos, en otras un ambiente favorable, pero nunca dejaron de emplear el discurso apocalíptico que auguraba la caída del país en manos del “comunismo bolivariano”.

Embed

En realidad, Lugo había hecho algunos avances meritorios en la manera de negociar nuestra soberanía hidroeléctrica y de encarar políticas sociales –sobre todo en salud, en la institucionalidad de la función pública y en la asistencia a familias en extrema pobreza–, pero eso estaba lejos de ser suficiente como para catalogar a su gobierno como socialista. Lo hubiera sido si avanzaba hacia una reforma agraria significativa en un país con tan patética desigualdad en la tenencia de la tierra. Pero Lugo debió detenerse apenas intentó hacer un catastro nacional ante la feroz reacción de las corporaciones del agronegocio, los verdaderos dueños del poder.

Entonces ocurrió la masacre de Curuguaty, de la que seguimos desconociendo casi todo porque la investigación fiscal fue miserablemente sesgada, hasta el punto que el juicio fue anulado. Ese día fatídico, los colorados empezaron a ganar, no solo porque actuaron con rapidez y astucia, sino porque el gobierno respondió de modo indeciso y desconcertante. La tragedia proporcionaba argumentos y conmoción pública, pero aún faltaban los votos.

El gobierno se sostenía con el apoyo parlamentario liberal y Lugo no manejaba con destreza sus relaciones con el PLRA. Estos se sentían ninguneados por el presidente; el vice Federico Franco era un conspirador consuetudinario y, ya entonces, la tirria entre Efraín Alegre y Blas Llano era irresoluble.

Curuguaty fue la tentación a la que los liberales no resistieron. Fue la manzana envenenada ofrecida por la ANR a quienes estaban intoxicados de llanura. Cometieron entonces uno de los peores errores de su historia.

El hecho concreto es que la alianza opositora terminó en ese fracaso del que se cumple una década. Fue el fin de una curiosa arritmia histórica que llevó a uno de los países con la matriz social más conservadora de América a tener, efímeramente, un presidente de izquierda. Fue también el inicio de una dolorosa ruptura de larga duración que dividió familias y grupos sociales entre “golpistas” y “zurdos”.

Para los liberales fue un mal negocio. En los pocos meses que estuvieron en el poder mostraron su faceta más neooligarca, demolieron las incipientes políticas sociales y dejaron florecer una voraz corrupción. Con el previsible fin de futuras alianzas caminaron a una derrota segura ante el Partido Colorado, para entonces ya comprado por Horacio Cartes. Hasta hoy resulta difícil digerir tanta miopía política.

El coloradismo volvió sin depurarse. Volvió mucho más dependiente de un empresariado fraudulento, de la narcopolítica y de individuos de rampante mediocridad cultural. Desde hace diez años el Paraguay volvió a transitar el ritmo cansino y deprimente ofrecido por el mismo partido que nos gobierna desde 1940. Esto parece haber despertado a la oposición.

La firma de una concertación que abarca prácticamente a todos los sectores no colorados sonaba, hasta hace poco, como inaudito. Es cierto, falta lo más complicado: consensuar el método de elección de la dupla presidencial. Pero que hayan llegado juntos hasta aquí ya es sorprendente.

Diez años después, una nueva alianza opositora, esta vez más amplia, busca una nueva alternancia. ¿Será que las lecciones de junio de 2012 fueron aprendidas?

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.