05 ago. 2025

Recuperar Asunción de la desidia, el abandono y las deudas

La capital del país se ve como una ciudad en ruinas, en total estado de abandono, ofreciendo a sus residentes y a los visitantes una triste imagen. La que alguna vez fue denominada Madre de Ciudades, hoy tiene un gran cartel: Se vende en vez del cartel de bienvenida; y el Centro Histórico sigue huérfano de infraestructura para sus ya escasos habitantes que observan impotentes cómo se van perdiendo los últimos vestigios de un rico patrimonio. Destrucción, malos olores e inseguridad son la herencia que está dejando la administración municipal.

El estado en el que se encuentra la capital del país es, sin duda, el resultado nefasto de la impunidad. Ya no caben dudas de que no estamos padeciendo solamente la ausencia de un gobierno municipal, sino que además la ciudadanía es víctima de autoridades y funcionarios que están administrando una ciudad sin una hoja de ruta. Mientras miles de compatriotas se ven obligados a trabajar en Asunción, pero a residir en alguna de las ciudades dormitorio del cinturón poblacional de la capital, se pueden ver a diario las casas abandonadas y los edificios deteriorados, todo ese gran potencial desaprovechado luciendo carteles de “Se vende”.

Estas personas sufren a diario el traslado en medio del caos del tránsito, pierden horas de sus vidas y soportan la enorme precariedad de vivir en ciudades que han crecido sin planificación.

La ciudad de Asunción entera se ve abandonada, con veredas rotas, calles con peligrosos desniveles, asfaltado en muy malas condiciones y la infraestructura urbana totalmente descuidada. A esto se suma la actual situación de inseguridad que va ganando las calles, avenidas y barrios, sin que autoridad alguna intervenga y plantee soluciones.

Siempre que algún funcionario debe responder por la triste situación del centro histórico menciona los planes de descuento en impuestos a la construcción y regularización, sin embargo, ningún avance se nota mientras partes de edificios siguen cayendo a pedazos.

Asunción sigue desperdiciando además su privilegiada ubicación junto a la Bahía. La Costanera es apenas una vía rápida de acceso a la ciudad, y nada ofrece al ciudadano que precisa de espacios públicos seguros para su recreación y descanso.

Necesitamos con urgencia una reacción de parte de los administradores, apoyar los emprendimientos que buscan revitalizar la vida en el centro, porque estos esfuerzos precisan de apoyo y acompañamiento, sobre todo, de un verdadero compromiso del Municipio.

El cambio se debe iniciar, sin duda, en la forma de gestión. Hace dos años, según un reporte oficial, la Municipalidad de Asunción gastó el equivalente al 60% del presupuesto en salarios y apenas el 9% en obras. Por eso, Asunción está hoy prácticamente sepultada bajo los escombros de las antiguas casas señoriales del Centro Histórico, por los baches, los raudales, las deudas y por autoridades que claramente no están capacitadas para ejercer cargo para el cual fueron electas.

El cambio asimismo deberá aportar transparencia. Es ya inconcebible negar la desastrosa situación financiera. El Municipio está desesperadamente endeudado y mientras el intendente sigue negando la situación de bancarrota, los datos del pedido de información promovida por medio de un amparo refieren que Óscar Nenecho Rodríguez endeudó a la Comuna hasta el año 2035 con bonos. Como resultado de la pésima capacidad administrativa, solamente en intereses por los bonos, Asunción tendrá que pagar G. 857 mil millones.

Los recursos que mencionamos parecen todavía más escandalosamente desproporcionados si consideramos que nada de eso se ve invertido en las calles, como obras o infraestructura.

Asunción es hoy la lamentable prueba de que la corrupción y la impunidad empobrecen la calidad de vida de los ciudadanos.

Es muy urgente resolver la situación financiera de la Municipalidad; para eso necesitamos personas capacitadas y honestas para administrar nuestras ciudades y nuestros recursos, personas que pongan en primer lugar las necesidades y el bienestar de la población. El descalabro y el abandono ya son intolerables, los ciudadanos merecen servicios públicos eficientes, merecen calidad de vida.

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