Durante este proceso mínimamente invasivo se inserta una nueva válvula cardíaca sin extraer la válvula dañada anterior. La nueva válvula se coloca adentro de la válvula dañada.
“Años atrás, la solución para pacientes con problemas de aorta era la de operar a corazón abierto, con todo lo que eso implica en pacientes con 78 u 80 años con enfermedades de base y otras complicaciones que suponen un riesgo muy alto. Con el correr de los años, llegaron métodos innovadores y de mínima invasión”, explicó el doctor Carlos Rivarola, jefe del Servicio de Hemodinamia.
El profesional añadió que la implantación de la válvula transcutánea fue evolucionando de manera que por medio de una pequeña incisión a nivel de la ingle es posible ingresar por la arteria femoral, que es una arteria grande, y por ese conducto, se llega hasta la válvula enferma con un catéter que tiene en la punta una válvula biológica que está plegada en sí misma, es decir, un estent o malla metálica (que se utiliza para abrir arterias), que queda implantado en la aorta.
Este procedimiento redunda en beneficio, tanto para el paciente como para la institución, ya que el tiempo de recuperación es de 48 a 72 horas, teniendo la posibilidad de retomar sus actividades cotidianas, evitando una operación compleja que puede conllevar un mayor riesgo y un prolongado tiempo de recuperación.
Por el lado institucional, la corta estadía de los pacientes, con la citada intervención, permite a la previsional disponer rápidamente de camas, para que otros asegurados la puedan utilizar, del mismo modo que el ahorro en insumos y medicamentos es sustancial.
El doctor Rivarola destacó el trabajo de sus colegas, en vista a que este tipo de intervención se realiza con un equipo multidisciplinario compuesto por profesionales del Servicio de Hemodinamia, Cirugía Vascular, Anestesiología, el equipo de enfermería y personal administrativo.