En un asalto tipo comando, un grupo de delincuentes se llevaron el cajero automático de la ciudad, pero antes se apoderaron de la comisaría ubicada en el mismo predio. La gavilla sitió la dependencia, tomó de rehenes a los tres policías que estaban de guardia y los metió en el calabozo mientras consumaban el atraco. Ahí se quedaron atrapados y esposados hasta que llegaron los vecinos a liberarlos.
Los vecinos de Yatytay comprobaron consternados que la estructura policial no está preparada para enfrentar este tipo de grupo delincuencial, “totalmente estamos desprotegidos”, se lamentó uno los vecinos. “Es una lástima decir que ahora quedamos sin patrullera y con tres policías. Es imposible hacer frente a personas que se dedican a hechos delincuenciales”, agregó el poblador.
Apenas unas horas antes de este lamentable hecho, el comandante de la Policía Nacional, comisario Carlos Benítez, había expresado, tras la reunión que mantuvo con la mesa directiva del Senado, sobre la situación de inseguridad que atraviesa el país: “Hay una mayor contención” de los hechos delictivos en comparación con el año pasado, “que no es muy significativa aún”, pero que están trabajando en ello, y también que hay grupos Lince en todos los puntos rojos.
“Estamos haciendo el esfuerzo. Estamos hablando de hechos que más golpean a la sociedad. El hecho de que se le robe el celular, que se le robe la cartera o entren a sus domicilios”, apuntó el comisario, pero la realidad muy rápidamente lo contradijo.
Como una respuesta a las palabras del comandante de la Policía, el asalto al cajero automático y la toma como rehenes a tres uniformados expusieron crudamente la realidad: nuestra Policía es una institución que interesadamente ha sido paulatinamente debilitada.
Es muy evidente que con la complicidad de grupos de poder se ha permitido que la institución se vuelva débil y vulnerable, ya que esta es la mejor forma de someterla a los mismos poderes que requieren la continuidad de la impunidad. Los delincuentes han dejado en evidencia a la Policía y han hecho al mismo tiempo una explícita declaración.
De acuerdo con datos del Instituto Superior de Educación Policial (Isepol), es real el déficit de policías; se necesitan al menos 60.000 uniformados, mientras que en la actualidad hay 25.000 efectivos en actividad, de los cuales, 4.000 hacen trabajo administrativo y solo 21.000 son operativos.
Se debe asumir, por tanto, que no solo la falta de efectivos, sino reconocer el gran déficit en cuanto a la formación. Como había señalado el criminólogo Juan Martens sobre la necesaria depuración de la institución: “Si queremos una Policía que cuide y garantice derechos, es urgente una refundación de la Policía Nacional, no simples cambios”.
Afirmar que los ciudadanos tienen derecho a vivir una vida segura no es un simple enunciado o un discurso, es precisamente el sentir de millones de paraguayos y paraguayas que viven a diario las más brutales experiencias y se sienten abandonados por sus gobernantes.
Urge, por lo tanto, que tanto funcionarios como autoridades electas se comprometan a realizar los cambios necesarios; terminar de una vez con la complicidad con aquellos grupos interesados en una Policía Nacional débil y útil para sus ruines y perversos fines.