El escenario que pintó el mandatario con sus humillados ministros era insultantemente irreal. Ni la pobreza ni la delincuencia bajaron. Lo que se ve y se percibe es claramente un aumento de esos y de otros factores que para nada demuestran el mínimo nivel de empatía del Gobierno con sus electores.
El desprecio es tan grande que 12 emblemas alzaron los precios de los combustibles el domingo pasado y en vez de conversar o presionarlos para que se ajusten a una realidad mundial que bajó los precios del crudo salieron los ministros de Economía e Industria a decirles al pueblo que pueden buscar nomás gasolineras que no alzaron y cargar ahí sus tanques.
El Estado no está “al servicio del hombre libre”, como lo proclaman los corifeos del general Bernardino Caballero. Tenuemente insinuaron que podrían castigar a las 12 gasolineras que se pusieron de acuerdo para subir el precio del combustible sin que existieran razones para ello.
Igual al maltrato que reciben de los transportistas que reclaman un subsidio tres veces mayor al que reconoce el Gobierno tienen con ellos. Vamos mal y para peor. Dicen que el PIB creció casi el 6%, pero resulta que no hay dinero ni para pagar compromisos contraídos.
No hay día en que los hackeadores no se rían del Gobierno que tiene a un ministro pariente que se califica como el mejor para el cargo, desatando la hilaridad de los hackers y forzando a que su pariente, el presidente, afirme que los ataques hacen parte de la posición que ha tomado su gobierno con los israelíes y taiwaneses.
La gestión se vuelve cada vez más compleja y el mundo no está para recibir mandatarios viajeros que escapan de su responsabilidad. Hay demasiado por hacer y una generación de paraguayos que se ha desenganchado de la realidad porque no le devuelve futuro. Reconocen que los tiempos de los boomers (nacidos a partir de 1946) no volverá nunca más y que el cuento de “procura y lo lograrás” ya no lo creen al punto que las mujeres han renunciado a la maternidad, generando en poco tiempo un grave problema demográfico.
Menos aún al cuento de “estudia para alcanzar el ascenso social” que fue sepultado por el propio Peña cuando dijo que “no se me hagan de los guapitos”, que los cargos buenos en Itaipú no se alcanzan por méritos, sino por lealtad al partido.
No es de extrañar, por lo tanto, que solo el 10% de los ingresantes a la universidad acaben sus estudios. No parece para nada que nos vaya mejor, a pesar de la promesa en campaña.
Las intervenciones municipales muestran todo lo que un mediocre bailarín pudo haber hecho administrando la capital del país. 60 direcciones para sus acomodados políticos, una deuda descomunal e impagable y los morosos que no tienen por qué pagarle a un Municipio ladrón e incompetente. El resultado no puede ser más que la degradación completa de Asunción.
Los informes en una semana son calamitosos que el interventor Pereira pidió de rodillas que por favor los asuncenos paguen sus acreencias. No lo harán mientras no haya reforma real y eso implicará para el Partido Colorado cortarse la propia carne y eso no lo quieren hacer.
Con una generación de paraguayos que escapa de un futuro que no existe, que vive al día en casa de sus padres, que no les alcanza ni el programa de Che Róga Porã... las cosas no parecen mejorar para un país que hizo de la desigualdad y el desprecio a la capacidad sus blasones de presentación.
Vamos para peor y no hay conciencia para cambiar. Solo cuando sintamos el impacto lo haremos. De momento, no.