07 dic. 2025

Optimismo económico con pesimismo social

La semana pasada hemos escuchado numerosos discursos evaluando el año 2025 que se está yendo. Por un lado, el presidente y algunos ministros hicieron un repaso histórico de todo lo realizado en las últimas décadas y que nos ha llevado a obtener el grado de inversión.

El discurso del Gobierno, liderado por economistas, reafirma que estamos “en el camino correcto” y que el año 2025 ha sido “un año perfecto”. Nuestros indicadores económicos son la envidia para la mayoría de los países de América Latina.

Crecimiento económico del 5,3 por ciento muy por encima del promedio regional, inflación del 4 por ciento dentro del rango meta del Banco Central y con un ambiente de negocios muy favorable para las inversiones.

Por otro lado, durante la semana pasada hemos escuchado numerosas homilías de los obispos de la Iglesia Católica en las celebraciones de la virgen de Caacupé, denunciando la precaria situación social que vive una parte importante de nuestra sociedad.

Hospitales sin medicamentos ni insumos básicos, un transporte público que es un calvario diario para miles de personas y una inflación de alimentos –que es la que afecta a los pobres– donde la carne vacuna ha subido un 17,5%, las hortalizas un 23% y las frutas un 24%.

Observando el futuro del Paraguay somos optimistas porque tenemos una buena calificación de riesgo que va a permitirnos acceder a más créditos y a mejores tasas y porque tenemos tres bonos que son muy atractivos para captar la inversión extranjera: El bono energético con una energía limpia y barata; el bono fiscal con impuestos bajos y el bono demográfico con una población joven.

Pero somos pesimistas cuando vemos un país con los peores niveles educativos de la región, donde el 80% de los maestros se ha aplazado en las pruebas realizadas por el MEC y con una infraestructura vial realmente lamentable con solo el 13,5% de nuestras rutas pavimentadas.

Para empeorar nuestra situación futura no estamos invirtiendo lo necesario en educación ni en infraestructura para salir del atraso que tenemos y acercarnos a la media de los países latinoamericanos.

Por ejemplo, la recomendación internacional para países como Paraguay es invertir en infraestructura como mínimo el 2,5% del PIB del país. Paraguay va a cerrar el año 2025 con una inversión en infraestructura de apenas el 1,4% del PIB.

Tanto en la época de Dionisio Borda como la actual con Carlos Fernández Valdovinos fueron periodos de ajuste para reducir el déficit fiscal y lamentablemente en ambos casos por la imposibilidad política, los ajustes se realizaron reduciendo abruptamente las inversiones y no los gastos corrientes.

La semana pasada escuchamos dos visiones sobre la situación del país; la primera, el Gobierno que es básicamente economicista afirma que estamos muy bien porque estamos creciendo y la inflación está controlada; la segunda los obispos que es básicamente social y es que la gente sufre en el campo y en la ciudad, por la enorme deficiencia de los servicios básicos, como la salud, el transporte y la seguridad.

Ambas visiones son correctas, pero el relato de cada sector es una media verdad que a mi criterio muchas veces es peor que la mentira abierta y total porque es más sutil, más difícil de detectar y tremendamente engañosa.

Estas medias verdades mostrando solamente una cara de la realidad se repiten entre el gobierno y la oposición y entre la prensa amiga y la prensa opositora, haciendo que los ciudadanos siempre tengamos una visión parcial y distorsionada de la realidad, lo cual nos lleva a la polarización y al enfrentamiento.

Un taxista en Buenos Aires en una frase me resumió la verdad sobre el Paraguay diciéndome: “Ustedes deben estar muy bien económicamente porque muchos argentinos van a invertir allá, pero deben estar muy mal socialmente porque muchos paraguayos vienen para acá a tratarse gratuitamente en nuestros hospitales”.

Duele escuchar eso de un extranjero, pero hay que escucharlo, porque es la verdad.

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