En el sexto día del Novenario en honor a la Virgen de Caacupé, el obispo Adalberto Martínez habló sobre el tráfico de drogas y la corrupción. El tema central de la homilía fue bajo el lema “La Eucaristía realiza la comunión entre Dios con los hermanos”.
Inició su reflexión destacando que la pandemia del Covid-19 fue una oportunidad para que el pueblo saque a relucir su sentido de solidaridad. También resaltó la labor de la ciudadanía que ayudó a los más necesitados en este tiempo, al igual que el trabajo del personal de blanco y los comunicadores.
“Comulgar el cuerpo de Cristo debe llevarnos a vivir por él, con él y como él. No es poca cosa lo que recibimos, es extraordinario y esto tiene consecuencias y tiene la necesidad de vivir el mandato de amar a Dios y al prójimo. No se puede decir que amamos a Dios y no amamos al prójimo”, sostuvo.
Tráfico y corrupción
En ese sentido, el religioso refirió que no se puede ser indiferente a los más pobres, a las personas que caen en adicción y en quienes se enriquecen causando daños y sufrimientos.
“El tráfico de drogas es una pandemia que produce mucho dolor comunitario y a los familiares. El tráfico es un pecado grande y pone a quienes trafican fuera de la voluntad de Dios. Exhortamos a las autoridades competentes a que sigan trabajando para erradicar el flagelo de las mercaderías de muerte, los panes contaminados y cuyos réditos están etiquetados con lavado de dinero y con evasores en el territorio nacional”, dijo.
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Asimismo, Martínez exhortó a las autoridades, en nombre de la Iglesia, a seguir luchando por sanear al país de las pandemias de ilícitos, la corrupción y la inequidad existente.
“El virus de la corrupción carcome los recursos que son esenciales para el bienestar del país. El compromiso es de todos, sea donde sea en la vida pública o privada, y tenemos que evitar la metástasis del tumor de la corrupción. Eviten la idolatría al dinero, el poder, el placer. El que practica la corrupción sigue al demonio. Luchar contra la corrupción y la impunidad, e interponer la vida social requiere de una profunda conversión en Cristo”, sentenció.
Por otro lado, el religioso hizo mención a la situación de muchos menores de edad que son víctimas de sus propios familiares y pidió honrar la vida de los mismos, evitando los abusos y violencias dentro del propio entorno.
Liberación de secuestrados
Por otra parte, el obispo de Villarrica no olvidó a los secuestrados en el Norte del país por grupos criminales y exigió la liberación de las personas.
Hizo referencia a la santidad de la vida y pidió que Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Óscar Denis, secuestrados por el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), recuperen su libertad.
“La vida es santa y sagrada desde el vientre y en ese sentido recordamos a los secuestrados y a sus familiares y en el nombre de Cristo, rogamos, pedimos y exigimos que liberen a los secuestrados”, expresó.
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El obispo agregó que la Iglesia no puede estar ajena al clamor del pueblo y es por ello que se requiere de un compromiso de los cristianos en torno a los valores y virtudes para no ser indiferentes al sufrimiento del prójimo.
“El Paraguay enfrenta un gran desafío..., y esto requiere que todos trabajemos por una cultura del encuentro, del diálogo, salir de nuestro propio egocentrismo, egoísmo y seguridades particulares para encontrar consensos que permitan reducir la inequidad estructural, combatir la corrupción y hacer posible que todos puedan acceder a una vida digna y plena”, señaló.
Finalmente, el religioso insistió que ante el contexto de la pandemia, es una exigencia que toda la población siga poniendo empeño para reducir los contagios y mitigar la expansión del coronavirus.