No estamos hablando de la dinámica nacional, que también aplica, sino de la política exterior de Santiago Peña. El diseño de su estrategia está orientado a dar la espalda a los vecinos de la región y responder totalmente al Gobierno de Donald Trump. Paraguay con Peña es todo lo contrario a un aliado del Sur y esto lo deja lejos de Brasil, un país de gran relevancia para nuestra economía.
El presidente no aspira a la unidad latinoamericana ni al fortalecimiento de la soberanía paraguaya, solo está alineado a un eje liderado por Estados Unidos, que lo distancia de la región. Es el motivo por el que estuvo sentado muy cerca de Trump durante la firma del acuerdo de paz en Egipto, porque le sirve en su estrategia, como actor débil entre los líderes del mundo.
Peña tuvo un buen comienzo con Brasil, la relación más importante de Paraguay a nivel económico, pero rápidamente tomó distancia. Las medidas arancelarias del inicio del Gobierno de Trump que apuntaron fuertemente a Lula Da Silva y a Gustavo Petro en Colombia, revelaron dónde estaba la lealtad del presidente paraguayo, muy lejos de la región.
Hoy se configura un nuevo escenario en Latinoamérica, con un bloque político manejado por Estados Unidos y del que forman parte Paraguay, Argentina, Ecuador, El Salvador, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Trinidad y Tobago y se suma Bolivia, con la caída de la izquierda tras el triunfo de Rodrigo Paz.
Se trata de un nuevo bloque consolidado por la gestión de Marco Rubio y Christopher Landau, secretario y subsecretario de Estado de los Estados Unidos y amigos de Peña. De hecho, la invitación a Egipto fue gestión de Landau, como lo reconoció el mismo presidente.
Este bloque político se hizo notar con un comunicado conjunto en el que los países felicitaban a Paz y señalaban que las últimas dos décadas estuvieron marcadas por la mala gestión. Con este mensaje, se traza un nuevo círculo ideológico dentro del cual están las naciones lideradas por Estados Unidos, que logró sacarle a Brasil un aliado.
Pero para llegar a este momento, Peña transitó primero un camino en el que comenzó aislado en el 2023. Era el único presidente de derecha además de Luis Lacalle Pou, con quien igualmente no compartía afinidad política por un factor muy importante para la política exterior de Uruguay, que es China.
La alineación de Peña a Taiwán como a Israel responden a esta subordinación a EEUU, que en primera, ya tuvo el efecto anhelado de su sector político, que fue el levantamiento de sanciones a Horacio Cartes.
Para Lacalle Pou, Paraguay era un estorbo en su intención de abrir un tratado de libre comercio con el gigante asiático, y con la asunción este año del izquierdista Yamandú Orsi, esto no cambió.
En Bolivia estaba Luis Arce, que se retira para dar lugar a Paz, y en Chile continúa Gabriel Boric, ambos de izquierda y muy diferentes al modelo de Peña.
El cambio en Argentina, con Javier Milei, que subió al poder en 2023, tampoco fue beneficioso pese a la afinidad política, ya que para el libertario Paraguay está lejos de ser prioridad.
En la región, luego de un comienzo en soledad política y una distancia preocupante del Brasil, Peña solo tendrá a Bolivia.
La alineación de este Gobierno a Estados Unidos es la apuesta de Peña y esto lo aleja de China y Brasil, lo que enciende las alarmas en la región y preocupa a Lula sobre todo cuando hay intereses compartidos a nivel energético.
Itaipú llamó la atención de Rubio, que instó a las empresas norteamericanas a mirar a Paraguay, y esto se da en medio un conflicto entre Trump y Lula, además de una indefinición respecto a la renegociación del Anexo C.
El Gobierno está obligado a fortalecer la soberanía y no perjudicar los intereses nacionales, y la subordinación, claramente, no es la fórmula correcta.