El presidente busca asegurar el respaldo del partido desde las bases, ante una eventual crisis, por el motivo de siempre, cargos en el Estado. En la sesión se dieron los reclamos acostumbrados, como que los ministros deben responder a los llamados telefónicos de los dirigentes, que muchos disidentes que trabajaron por la dupla en las elecciones quedaron fuera del reparto de puestos públicos, entre otras quejas.
Igualmente, el oficialismo está llevando la situación de una manera muy controlada. Estas pequeñas rabietas no llegan a rebelión. El control del Estado es tal que no se siente disidencia en el partido ni gran oposición en el Congreso y mucho menos existen fuerzas organizadas fuera del Estado, como sindicatos u otros grupos sociales que pudieran representar una amenaza significativa a la estabilidad.
El mismo Santiago Peña reconoció que hay más tranquilidad política que nunca, y que su gobierno es el “más colorado” de la historia democrática.
El mandatario fue hasta la Junta para reafirmar que su gobierno tiene el respaldo del partido que está liderado por Horacio Cartes de cuyo apoyo depende la continuidad de Peña. En su discurso el presidente dijo que los colorados no compiten contra otros partidos, sino entre ellos mismos. Peña supo identificar de esta forma cuál es el problema que debe controlar. Se aseguró de decir que sus ministros están ajustados a la doctrina partidaria.
Justo un día antes, salía a luz un documento filtrado de Estados Unidos que marcaba una hoja de ruta para el combate a la corrupción en Paraguay, que consideraba al empresario un factor contrario a los intereses de Washington, por lo que apuntaba a separar ambas figuras, debilitando a Cartes y empoderando a Peña. El joven economista tomó el contenido de este documento como una afrenta personal, pero antes de pronunciar estas palabras, ya se dirigió a los miembros de la Junta con un mensaje indirecto, rechazando cualquier idea de separación: “Rechazamos cualquier discurso de odio y que nos quieran separar”.
Peña también definió su línea de gobierno, claramente desarrollista. Citó tres pilares como la reducción de la pobreza, crecimiento económico y el posicionamiento de Paraguay a nivel internacional.
Una referencia llamativa en su mensaje, además, fue su rechazo a los “discursos de odio” y a la “posverdad y el populismo”, sin embargo, fueron precisamente estos elementos los que predominaron en la campaña electoral de Honor Colorado.
La construcción ideológica de Peña además está minada de elementos nacionalistas, que buscan resaltar la identidad histórica del Paraguay como un pasado que llegó a ser de una potencia mundial, lo que para muchos historiadores son hechos no contrastables.
Finalmente, el gran desafío de este gobierno es ante esta visión desarrollista de Peña, que el buen pasar alcance a las clases populares, que hasta hoy siguen luchando por la tierra, el bienestar y los servicios públicos que le fueron negados.