Usted conoce mejor que yo qué es un atrapasueños.
Esa varita atada en sus puntas en círculo y dentro de ella un tejido en cordón fino formando figuras geométricas.
Dicen que atrapa los sueños malos. Por eso no me va atrapar el gran sueño bueno del que, hoy, les quiero hablar.
Sueño que cuando acabe mi vida aquí en la tierra, esta seguirá recorriendo América Latina, encarnándose en unos y otros de los mejores hijos de ella.
Y no porque echemos a nadie, sino porque los torturadores, los sicarios, los latifundistas con soja o ganadería, aquellos narcos, los ladrones de la riqueza del pueblo, todos aquellos que generalmente llamamos corruptos y politiqueros, voluntariamente, han renunciado a tenerlo.
Inclusive, si alguna vez cuando jóvenes lo tuvieron, el neoliberalismo extendido por todas partes los ganó para su causa.
Pero, hablemos ya del gran sueño.
Se trata del sueño de la patria grande en América Latina.
Algunos, tal vez, ni la recuerdan, pero es el karaku de nuestro continente.
Tenemos países con naturaleza y pueblos que son muy formidables.
Si estuviéramos todos unidos en un horizonte común, seríamos respetados por el Norte y por el extranjero en general.
Fue la idea madre de nuestros primeros libertadores.
Algo demasiado peligroso hoy para el imperio de los Estados Unidos.
Por eso hoy seguimos siendo colonia.
La Embajada se encarga en cada país de mantenernos atados.
Y los que tienen el poder económico ya se vendieron al imperio usando a los politiqueros, que no nos representan en absoluto.
Para que se publiquen estas líneas he tenido que escribirlas antes del domingo.
Haddad significa un paso adelante en la patria grande, Bolsonaro, un retroceso de años.
Lo que sí es cierto es que en el gran sueño de la Patria grande no hay atrapasueños que nos lo quite.
Deprisa o más despacio, venceremos.
No lo dude.
Pa’i Oliva.