Por Jesús Montero Tirado
jmonterotirado@gmail.com
El artículo 73 de la Constitución Nacional define los fines de la educación nacional explícitamente: “Sus fines son el desarrollo pleno de personalidad humana y la promoción de la libertad y la paz, la justicia social, la solidaridad, la cooperación y la integración de los pueblos, el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos; la afirmación del compromiso con la Patria y de la identidad cultural y la formación intelectual, moral y cívica, así como la eliminación de los contenidos educativos de carácter discriminatorio”.
La Ley General de Educación recoge el mandato constitucional en el artículo 9 e integra dichos fines en el contexto de todo el sistema educativo.
Es importante observar que los quince fines son fines “de la educación”, no son fines de la enseñanza; que por su complejidad no se adquieren simplemente estudiando; que repercuten directamente en el desarrollo humano de los educandos y enriquecen su persona y su personalidad; que dotan a los niños, adolescentes y jóvenes de valores humanos que le posibilitan su realización personal y su plena y segura integración en la sociedad.
Analizando los currículos, los planes y programas vigentes, que impone el Ministerio de Educación y Ciencias, no encontramos ningún plan específico dedicado a todos y cada uno de los fines, con sus propuestas pedagógicas correspondientes para los procesos educativos, necesarios para su consecución exitosa, es decir, para que los educandos sean orientados, ayudados de manera que puedan alcanzar tales fines.
Esto es tan grave como insólito e inaceptable. En primer lugar, porque carece de sentido trabajar e invertir cuantiosos presupuestos, ignorando de hecho los verdaderos fines de la educación. Y, en segundo lugar, porque es escandaloso que precisamente el Ministerio de Educación viole la Constitución y la Ley General de Educación.
Un indicador patente de que el Ministerio no trabaja para la consecución de los fines de la educación es su sistema de evaluación. El MEC, al final de los procesos, no evalúa si los alumnos han conseguido o no los fines de la educación que disponen la Constitución Nacional y la Ley, sino el nivel de adquisición de conocimientos de las distintas disciplinas y algunas competencias.
Evidentemente, es mucho más fácil planificar, programar y evaluar la enseñanza aprendizaje que los fines de la educación. El MEC ha optado por lo más fácil, traicionando a la educación y su expresa misión y responsabilidad, por esto se llama Ministerio de Educación. Tal desviación ha contaminado a los profesores, que en vez de llamarse y ser “profesionales de la educación”, han quedado rebajados a “docentes” (del latín docere, los que enseñan), ignorando que la enseñanza es solamente una estrategia de la educación, que por sí no educa: Yo puedo enseñar inglés, por ejemplo, y no educar a mi alumno.
La arbitraria eliminación de los fines de la educación en el sistema educativo vigente tiene muy graves consecuencias en la formación de todos los educandos y no pocos de sus negativos efectos los están padeciendo nuestros niños, adolescentes y jóvenes con sus familias y toda la sociedad paraguaya.
Repasen atentamente, estimados lectores, los fines de la educación del artículo citado y podrán comprender fácilmente por qué la ausencia de esos fines en la educación incide en desajustes sociales de adolescentes y jóvenes, cada día con más frecuencia.
Lo más preocupante es que el MEC da la espalda a la Constitución y las leyes y pretende seguir así en su alienante Plan de Transformación Educativa.