10 may. 2024

Las elecciones nacionales y los siete pecados capitales
¿Qué creer, qué esperar, qué hacer?

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34 años más tarde (1989-2023), hoy comprobamos, que la nación no se divorcia de su infortunio. Sigue votando al atraso y a la injusticia social.

José Carlos Rodríguez (*)

En las elecciones nacionales, vimos la obviedad de siempre, pero hoy esta presenta el carácter de un titular de periódico, de una noticia audiovisual de hora pico, de un tema viral de las redes sociales, o sea: Un escándalo. Más de lo mismo, pero es demasiado ‘más de lo mismo’. Sin más votos que antes, el coloradismo ganó con Santiago Peña por un 15%, al siguiente candidato más votado. Las dos alternativas al oficialismo fueron un liberal sin propuestas, Efraín Alegre, con una concertación de puro nombre. Y un populero antidemocrático, Paraguayo Cubas, completamente irresponsable. Eso sí, tenemos y tendremos una desgracia ordenada, moderada y razonable, cometiendo 7 pecados capitales.

1. La democracia no está en juego, sino su calidad.

Esta vez no se mató a ningún vicepresidente, como le tocó a Luis María Argaña (1999).

Ni se apresó al candidato preferido para evitar que compita, como fue el caso de Lino Oviedo (1998). Las elecciones se desarrollaron libres, competitivas, medio ‘limpias’ –salvo la trampita de siempre, que no determinó el resultado. El 15% de ventaja del ganador es muy desalentador para quien quiera un país mejor. Pero ello no se debe a que los ganadores hayan sumado más votos que antes, más que sus seculares cuarenta por ciento y pico, sino a que no tuvieron ningún rival de talla. Freedom House, que publica un análisis de la libertad en el mundo, califica al Paraguay como un país semidemocrático. Seguiremos siendo el capitalismo subalterno, sin calidad ni integridad.

Las protestas de los perdedores fueron mayores que otras veces. Pero no se repitió el fraude masivo de la interna colorada (1992) –con la cual ganó el presidente Juan Carlos Wasmosy–.

Finalmente, si no tenemos una autoridad imparcial, del Tribunal Superior de Justicia Electoral, en cada mesa de votación, (las mesas de votación son presididas por uno de los partidos contendientes), es porque los partidos y movimientos políticos así los quieren. Pero cualquier recuento de votos, o cualquier control electoral de las elecciones habría dado el mismo resultado. El sistema no está en juego, sino su mala calidad. Nuestro pecado es que ‘es lo que hay’

2. El Ejecutivo que reinará, poco gobernará.

Santiago Peña, recién llegado al coloradismo, y designado por su promotor, Horacio Cartes, tampoco baqueano, fueron sin embargo aceptados, votados en forma incontestable por el Partido Colorado y por la ciudadanía. No tiene el señor presidente electo sustento político personal ni en el Partido Colorado, ni en las instituciones del Ejecutivo, ni en la administración judicial, ni en el Parlamento. Lo dijo Luis María Argaña, podría ser el pato Donald. Y será el gerente del presidente del partido, alguien calificado como significativamente corrupto por los Estados Unidos. Eso tampoco es nuevo, Wasmosy no tenía seccionales, solo que, de nuevo, lo actual es exageradamente repetitivo. Quizás sea funcional a ciertos intereses estratégicos del Departamento de Estado: Tener alguien que, con toda la legalidad y poca legitimidad, necesite la bendición internacional para poder gobernar, o para los empresarios que no quieren hacer contribuciones tributarias.

3. El coloradismo con mayoría absoluta.

Para la goleada electoral del 15%, la ANR no necesitó más votos que antes. Le bastó la fragmentación adversaria. Sin segunda vuelta (balotaje), el que tiene más votos, gana.

El voto protesta identitaria, sin democracia, voto inútil de los desesperados, sin futuro (wake se dice ahora), el mismo de Lino Oviedo, regresó con Paraguayo Cubas. Dios sabe cuánto invirtió en Payo el oficialismo. Pero los votos de Payo no fueron comprados, fueron suyos. Estaban disponibles.

Los despertados de ‘Payo’ Cubas (wake) radicales, antipolíticos, iliberales o no democráticos, existen en el Paraguay, son una moda mundial (voto similar a Trump o Bolsonaro). El wake es un contendiente útil contra el progresismo y es convocado por un caudillo de carisma iracundo.

La concertación no concertó lo necesario. Ni al liberalismo, ni a la ex tercera fuerza del Frente Guasu. Ni mucho menos a los despertados. La salud del ex presidente Lugo fue otra resta muy grande. El ex obispo ex presidente nunca había creado una institución política sólida, más allá de su propio prestigio. Efraín Alegre no convenció.

Pero si los colorados son dueños del Estado en una sociedad clientelista e injusta, el pecado es ser incapaces de una acción colectiva determinante, con propósitos compartidos, con un pueblo representable, o sea con ciudadanía.

4. La política seguirá conservadora a nivel local e internacional.

En Paraguay no prende el cambio. Tuvimos una transición sin alternancia. Cuando Nicanor Duarte Frutos adoptó un discurso progresista, siguiendo los vientos del cambio, ‘cayó’ el Partido Colorado. Y su sucesor, Fernando Lugo, más progresista, fue derrocado por el Parlamento, en forma casi unánime. En cambio, el nacionalismo, el cristianismo conservador, el tradicionalismo, la educación contra la ‘ideología de género’ y sin calidad, eso funciona. De los dogmas de la guerra fría, al Consenso de Washington. Del campesino sin tierra a la agroindustria depredadora.

Somos los ‘profamilia’, cuando según las estadísticas es el lugar donde más delitos se cometen (violencia familiar). Seguimos con Taiwán sin reconocer a China, la segunda potencia mundial, nuestro mayor mercado. Anclados en el pasado sin gloria, impedimos un futuro mejor. Pecado cuatro: Conservar lo que no es bueno y desperdiciar las oportunidades de una vida mejor.

5. La corrupción será sostenida.

La corrupción no es un agregado, es consustancial al sistema de acumulación arcaica del capital, y del poder, del Estado neocolonial. Los modos de producción y de gobierno se asocian, no se superan, ni se subsumen, la conciencia, la compra de votos y el clientelismo se asocian. La institucionalidad se mantiene apocada. La lucha contra mafia y la corrupción comienza con el ejemplo y con la consecuencia. Tiene sus víctimas y sus costos, supone control y liderazgo. La corrupción no solo está infiltrada. Es parte de la frontera con Brasil. Es parte de municipios, de cooperativas, cogobierna penitenciarías. Luchar contra ella supone tal energía y renuncia aparte del propio poder. Es poco posible que la corrupción sea realmente disminuida.

6. El crecimiento será inestable, bajo y subalterno.

Para dejar de ser un país atrasado y alcanzar a los desarrollados, necesitamos crecer en promedio al 7%, nuestro promedio es la mitad. La brecha entre los países industrializados y el nuestro se mantiene o se agranda. En los últimos 30 años teníamos el 10% del ingreso de los países de la OECD y el 40% del latinoamericano. Seguiremos así. La desigualdad ha mejorado, pero uno de cada cuatro es pobre. Y los empresarios, que viven de la tierra, sufren de las sequías y de las inundaciones, tienen volatilidad climática y de los precios internacionales. Se enriquecen de ellas, con ganancias extras, no con productividad. Sin proyecto industrial, con poca inversión en la gente (salud, vivienda, educación) poco crecimiento de la infraestructura, deficientes instituciones de justicia, de gestión pública, solo esperando que vengan los capitales de afuera para usar nuestras ventajas comparativas, seremos subalternos, pobres, desiguales y sin integridad. Hay poca ambición colectiva y gobernante para una prosperidad compartida.

7. La desigualdad con clientelismo es el doble negocio.

El ciclo político, económico y político es simple. ‘La única industria del país es la política’ decía Rafael Barret a inicios del siglo XX. El Estado obedece a los ricos a quienes no les cobra los debidos impuestos. El 10% es insuficiente; nuestros vecinos tienen 30%, los países ricos un 40% de presión tributaria. Para los pobres hay clientelismo, ayudas privadas a sus hurreros y operadores políticos. El partido crea la pobreza y luego ayuda a sus víctimas subordinadas, las cuales votan por el que les da ayuda puntual, cuando en el largo plazo los empobrece. Los ricos se pasan hablando mal del gobierno, sabiendo que lo barato sale caro, pero tienen garantizados sus privilegios. Seguimos víctimas de nuestras opciones.

Qué creer, qué esperar, qué hacer. Al nacer la democracia, vimos que, durante los 35 años (1954-1989) de dictadura, la nación se había pasado enamorada de su infortunio. Votaba al partido de la dictadura, hubo excepciones, claro, precoces en llegar a los camposantos o en ser desaparecidos.

34 años más tarde (1989-2023), hoy comprobamos que la nación no se divorcia de su infortunio. Sigue votando al atraso, la injusticia social y a la falta de integridad. O sea, al mismo partido. De una mala dictadura, hemos pasado a una mala democracia. Está pendiente la conquista al derecho de cambiar el futuro.

*Publicado en Revista Economía y Sociedad N° 76 – Revista digital del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya, Cadep.

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