Quien más, quien menos experimenta o experimentó con fuerza las aristas dramáticas del vivir; desde un riesgo trivial hasta aquel más contundente y existencial. Entre alegrías y dolores, la vida transcurre en medio del vértigo que intranquiliza, y que exige crecer y madurar a cada paso.
En este sentido, el llamado Vía Crucis que se recuerda en Semana Santa termina siendo actual. Siempre habrá una vía dolorosa que atravesar y una resurrección o liberación que buscar y esperar.
Pero este camino de dificultades no es abstracto; requiere de una compañía humana para atravesarlo con esperanza.
Mañana, en el Coliseo Romano estarán hombres y mujeres protagonistas de un vía crucis actual. Personas que viven situaciones de gran sacrificio pero que reflejan una mirada positiva que sorprende y desencaja. Por lo menos, así lo revelan las meditaciones difundidas sobre la tradicional celebración del Viernes Santo en aquel lugar.
Una familia ucraniana y otra rusa; la madre con el hijo discapacitado, una familia que acoge a niños con “graves dificultades síquicas”; padres que perdieron a un hijo, una pareja estéril, entre otros, hablarán al mundo de sus vivencias sin tapujos. Dolor y esperanza conjugados de manera provocadora.
“La muerte está en torno y la vida parece perder valor. Todo cambia en pocos segundos. La existencia… el trabajo, los abrazos, las amistades... Señor, ¿dónde estás? Háblanos desde el silencio de la muerte y de la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar”, escribe la familia ucraniana, víctima de la guerra.
“Nuestro hijo ya fue juzgado desde antes de venir al mundo. Encontramos médicos que cuidaron de su vida antes de nacer, y médicos que con toda claridad nos habían hecho entender que era mejor que no naciera. Y cuando elegimos la vida, también nosotros fuimos objeto de juicio: ‘Va a ser un peso para vosotros y para la sociedad’, nos dijeron. Crucifícalo. Y, sin embargo, no había cometido ningún mal...”, relata, por su parte, la madre agradecida por la vida del hijo con discapacidad.
“Nuestra vocación de acoger el dolor fue y sigue siendo aún ahora –con 42 años de matrimonio, tres hijos naturales y cinco hijos adoptivos con graves dificultades síquicas– todo lo contrario a triste. No merecemos que la vida nos bendiga tanto”, expone otra familia que acoge en su casa a chicos vulnerables.
Mientras que un matrimonio de cinco niños, expresa: “Es verdad que no es fácil, pero de este modo es infinitamente más hermoso. Y a pesar de las preocupaciones y la densidad de nuestros días, que parece que jamás alcanzan, nunca volveríamos atrás”.
Vivencias de sacrificio, amor, dolor y gozo. Experiencias reales que sorprenden. ¿Cómo es posible? ¿De dónde nace una experiencia así?
Y al seguir la lectura de los testimonios del evento se descubre que la esperanza ante las vicisitudes ha llegado siempre a través de rostros solidarios sencillos; hombres y mujeres dispuestos a cargar con alegría las realidades dolorosas de otros hombres y mujeres; amigos que sostienen el cotidiano; sea con una broma para animar, comprando el medicamento que falta, ayudando en la cocina o simplemente escuchando en medio del cansancio o la pregunta que no encuentra respuesta. Es la esperanza que se hace realidad en medio de la vía dolorosa. Es la luz requerida en el camino que nos toca. Estos testimonios inspiran y se convierten en el reflejo tenue de esa redención de la que también se habla en estos días; esa que siempre necesitamos como seres humanos. Buena Semana Santa para todos.