El libro Visibilizar la memoria como acto de resistencia. Archivo Gustavo Benítez recoge el rico trabajo, vivencia y experiencia del artista visual, a través de un archivo organizado y razonado. El contexto subyacente de los primeros años de su formación y situación “emergente” como artista coincide con los de un tiempo cerrado, el de la dictadura estronista (1954-1989), habilitando una melancólica reflexión que aún penetra el presente, llamado de “transición” y que hoy, claramente sigue siendo “post-dictatorial”.
En el conversatorio, el Centro Cultural de España fue señalado como un espacio histórico de actualizaciones visuales, y se buscó recuperar esta vanguardia potenciando la atmósfera singular de su Biblioteca. La argumentación nace de una muestra pionera de Benítez del año 1979 titulada Proceso a dos páginas y su papel imaginario realizada en las salas del Salazar en 1979 junto a los artistas Julio González Marini (Carapegua, 1958) y Gabriel González Suárez (Rosario, Argentina, 1957), vislumbrando un hacer direccionado hacia el objeto, la instalación, el grabado experimental y otros formatos no convencionales.
La exposición, re-editada tres veces, resultó en una impactante novedad para el público de ese tiempo. Una muestra cercana a la ambientación y ofreciendo una auténtica experiencia sensorial donde tlos actos de tocar y oler fueron estimulados, propiciada por el propio director del Centro, el recordado Francisco “Paco” Corral (Toledo, España, 1952). La muestra se hizo acreedora de un prestigioso Premio de Artes Visuales con el nombre de un cigarrillo, mérito rechazado por sus autores y lo que les valió la leyenda o aura de rebeldes en nuestro medio.
La edición hace de lupa de aumento a situaciones como el aislamiento del país y del arte con el mundo de esos años; pero sobre todo, posee un tono personal sobre la vida y carrera activadas desde el afecto, la curiosidad y la empatía. La cronología evidencia el descubrimiento y la afirmación de los talentos de Gustavo Benítez, su investigación abrazando lenguajes rechazados por el establishment de ese tiempo, situación que hoy no ha cambiado demasiado.
El conversatorio ilustró momentos de la biografía artística del artista. Precoz y aventajado estudiante de Artes con maestros como Ofelia Echagüe Vera (Asunción 1904-1987), Edith Jiménez (Asunción 1918-2004) u Olga Blinder (Asunción 1921-2008), su obra seminal se alimenta del dibujo, la pintura y el collage, en una estela informalista durante la década del ´70 y ´80 del siglo pasado.
Lenguajes marginales aún para la comunidad artística y el público locales, que fueron ignorados por el desarrollo de un mercado del arte dominado por propuestas decorativas y surgido de la riqueza económica de la represa de Itaipú. Artistas como Gustavo conectaron con enfoques y antecedentes propios de la pintura informal y del objeto, provenientes de grandes artistas como Ángel Yegros (Asunción, 1943), del grabado matérico de Lotte Schulz (Encarnación 1925 – Asunción, 2016) o la experimentación pictórica-textil de Guillermo Ketterer (Paraguarí, 1917 - Asunción 1977).
La memoria es un derecho de todos
Creando un puente entre la poesía y la forma, Gustavo Benítez atraviesa, polisémicamente, asuntos sobre la condición humana y el mundo físico, habilitando en nuestra escena un rotundo y conocido hacer matérico. La alquimia arcaica y futura de su trabajo entrelaza un ciclo dinámico, siendo este flujo auto-generador capaz de superar costuras limitantes y resistir la particular endogamia del ecosistema artístico, ejemplificada en nuestra versión vernácula reproductora del ore antes que del ñande.
Si la voz guaraní ore denomina a un nosotros excluyente, a un grupo o clan que no admite adiciones o novedades; el ñande se refiere a un “nosotros” colectivo, incluyente y propiciador de procesos y enriquecimientos colectivos. En este sentido, percibo hace décadas la recepción y la influencia fresca y renovadora del arte de Benítez, uno que impresiona al público, incluso al más escéptico, penetrando por vía intuitiva antes que analítica, debido seguramante al componente abstracto y naturalmente matérico de sus formas antes que a la representación figurativa.
Esta última reflexión proviene del actuar de ciertos promotores, instituciones y prensa cultural (o mejor dicho, su ausencia o silencio) en su calculada actitud navegando entre la cancelación y el ñembotavy ante este hecho de memoria. Normalizando conductas y comportamientos anti-democráticos, como ignorar este acto, el trabajo de la crítica de arte se convierte en uno cada vez más divisivo y reactivo, antes que plural y atento a la riqueza de otros legados o haceres actuales.
Como cierre, traigo nuevamente el recuerdo de la obra insumisa de Gustavo Benítez como reflexión impresa en estas páginas del Correo Semanal. La imagen plena y tranquila de una noche iluminada por la memoria, basculando entre la observación celeste, a modo de una astronomía y cuenta universal y privada. El surco de un meteorito surcando agujeros negros, la trayectoria rotunda de un trabajo profundo y fecundo afirmando la importancia del arte y el pensamiento como la mayor resistencia ante el olvido y la muerte.