23 oct. 2025

Impunidad

El locutor número 2, Hugo Javier González, salió de prisión donde estuvo solo seis meses a pesar de que su condena era de 10 años por la administración corrupta de la cartista Gobernación de Central. Es solo finalmente en las estadísticas el 1% de los que son castigados de forma leve por haber sido parte del robo de los USD 2.000 millones anuales que existe en el país, según el BID y el Banco Mundial.

Si cometés un delito igual que el ex gobernador, esa es la misma posibilidad que tenés de que te sancionen. 99% tenés de zafar de un hecho similar, lo que finalmente estimula y promueve enormemente estos delitos de corrupción y que queden impunes.

El Paraguay nunca dejará de padecer la hemorragia de sus recursos, el bajo nivel de pago de tributos y el tremendo daño en inversiones que deberían ser hechas en salud, educación, seguridad o transporte con esos números. El crimen paga muy alto en este país y debe acabar. En Singapur, lo opuesto al Paraguay, tenés menos del 1% de posibilidad de que puedas escapar de un hecho delictuoso, por eso el nivel de corrupción es el más bajo del mundo. El Tribunal de Apelaciones de nuestra inexistente Justicia ha dejado libre al ex gobernador que ahora será exhibido como un trofeo andante de cómo funciona el sistema perverso en nuestro país.

El que debe estar muy estimulado es el intendente de Asunción, quien podría decir con tranquilidad que los millones de dólares mal administrados, con mucha desgracia, puede acabar en una libertad ambulatoria desde donde podrá seguir haciendo política sin ningún problema y quizás hasta vuelva a un cargo público ante la algarabía de sus votantes. El Paraguay no puede seguir en esta tolerancia absoluta a los hechos delictivos que han convertido al país en un “Tacumbú a cielo abierto”. Entre los poderosos “significativamente corruptos” que controlan el poder en el país, los indiciados de estar metidos en el tráfico de drogas (fentanilo incluido), los chats reveladores de Lalo Gomes ante los que la Fiscalía es ciega, sorda y muda nada. Esta semana de nuevo el presidente colombiano Petro volvió a afirmar que el asesino de Pecci ha sido el narco uruguayo Marset, cuya esposa y su socio el “tío Rico” Insfrán están detenidos y a disposición de la Justicia local, pero ella nada y avanza por los peligrosos contactos políticos que deberá sortear. Es mejor decir que ni “Mandrake podrá contra ellos” que hacer la tarea que debieran. Jueces comprometidos con la delincuencia, Fiscalía incompetente y cómplice, y políticos aplaudiendo la escena hacen parte del paisaje de la impunidad que nos corroe y empobrece.

La corrupción es el fentanilo que la política aplica a todo un país que deambula como zombi en esta democracia de escaso calado que ha normalizado que los delincuentes puedan pasearse impunemente sin ningún riesgo ni costo. Miles de órdenes de captura sin ejecutarse, prisiones convertidas en universidades del crimen y todo un tinglado montado para que nunca el corrupto acabe mal han llevado a que ellos se conviertan en referentes de un país desbordado por la impunidad al punto que sus habitantes han dejado de asombrarse.

No pasará mucho tiempo para que veamos al locutor número 2 animando alguna fiesta cachaquera ante el beneplácito de un público que considerará lo suyo como un tropezón comparado con otros que siguen en cartelera sin que jamás hayan pisado los calabozos. Frente a la historia de otros significativamente exitosos, lo suyo considerarán un robo bagatelario. Felices los ladrones de los USD 2.000 millones anuales con los antecedentes del caso y congratulados de saber lo bien aceitado que está el sistema para zafar de una Justicia que no tiene garras ni ganas de atrapar a nadie.

La impunidad hunde, degrada, empobrece y lo peor: normaliza lo que está mal al punto que creemos que es absolutamente normal a nuestra naturaleza de paraguayos. Y ahí es cuando comenzamos a morir.

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