24 may. 2024

Hace 45 años Herminio Giménez estrenaba su Misa folklórica

Foto UH Edicion Impresa

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Antonio V. Pecci
Periodista e investigador


En agosto de 1975, una lancha depositaba en el puerto de Asunción a una delegación de músicos que venían de Corrientes. La encabezaba nada menos que el gran maestro Herminio Giménez, de una larga y respetada trayectoria no solo en el país, sino en la Argentina y el Brasil, donde actuó por muchos años.

En 1975 don Herminio estaba al frente de la orquesta y coro de la provincia argentina de Corrientes, contratado por el gobernador. El maestro realizaba actuaciones dirigiendo la gran agrupación a lo largo y ancho del territorio correntino, pero abarcando también en sus giras a otras provincias. En un momento dado, en los inicios, una de las cantantes de esta prestigiosa agrupación fue Teresa Parodi.

¿Cómo se dio origen a esta singular y ambiciosa creación? Herminio nos contaba en 1977, cuando acudimos hasta su departamento en la citada capital provincial, que la idea había nacido de un encuentro con el sacerdote paraguayo Catalino Ozorio, quien se había desplazado en misión pastoral a la ciudad de Goya. En efecto, realizando su tarea, se encuentran en dicha ciudad el padre Ozorio y el destacado músico, para asistir al estreno de la Misa correntina, en diciembre de 1974. Una década atrás se había producido un hecho relevante: Ariel Ramírez creaba la Misa criolla, en 1964, con singular éxito.

EL PROYECTO EN MARCHA

En un hermoso álbum editado en formato vinilo por el sello Amambay, que dirigía Generoso Larramendia, se ofrecen detalles sobre el origen y creación de esta magna obra: “No puede ser más feliz la ocasional circunstancia de este encuentro en cuyo transcurso se confunden las esperanzas del sacerdote responsable de promover la liturgia en sus distintas facetas y el músico, hace tiempo lleva en el alma el anhelo de ofrecer al pueblo católico paraguayo lo mejor de su rica inspiración”, señala en un texto al presbítero Ozorio, a quien pudimos conocerlo en los pasillos del edificio de la Conferencia Episcopal, sobre la calle Alberdi, en esos años.

Don Catalino Ozorio nos contaba que la asamblea de obispos había aceptado de buen grado la idea y se puso en marcha el proyecto.

Ocho meses después, la obra estaba lista y monseñor Ismael Rolón tuvo el gesto audaz de planear que su estreno se produjera en la Catedral de Asunción. Para tal efecto, solicitó autorización al Gobierno de la provincia de Corrientes para que la Orquesta Folclórica pudiera participar con su director al frente de las festividades de la Virgen de la Asunción.

Monseñor Rolón realizó igual gestión ante el Ministerio del Interior solicitando el ingreso de dicha delegación artística, lo cual no fue problema alguno. Lo que sí constituía un inconveniente serio era la figura de su director. Herminio era un caracterizado opositor al régimen, junto a otros destacados artistas y escritores, como José Asunción Flores, Roa Bastos, Elvio Romero, Carmen Soler, Carlos Lara Bareiro, Carlos Garcete, Juan Bautista Rivarola Matto, Francisco Alvarenga.

La festividad de la Virgen era un pretexto perfecto ante el cual el régimen tendría escasos argumentos en contra. Este, finalmente, accedió, marcando un punto de inflexión en su enfrentamiento con la jerarquía católica local, que cuestionaba severamente al dictador.

¿Por qué habían escogido al maestro para dicha creación? En primer lugar, porque era, luego de la muerte de José Asunción Flores, el músico más notable, tanto en el plano popular como en el sinfónico. A renglón seguido, tenían la certeza de que don Herminio era un fervoroso católico, un detalle poco conocido.

UNA TAREA EN EQUIPO

El trabajo se inició con la provisión de los textos traducidos al castellano del Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, el Agnus Dei, entre otros. La Iglesia Católica vivía el tiempo posconciliar, en que se iban dejando la misa en latín y el ritual de espaldas a los fieles y se apelaba al castellano y, de a poco, al guaraní.

Dirá el maestro al periodista Néstor Romero Valdovinos: “Ya que en mi peregrinar por la música canté al amor, al sufrimiento de nuestra gente, a sus fugaces destellos de felicidad, a sus cumbres de heroísmo, como en Cerro Corá…, comprendí ahora que también debía cantar al pueblo creyente, al de la fe cristiana”.

El músico debía crear una obra ajustada al tiempo de la misa. Con los textos proporcionados por el padre Ozorio y los retoques que él hizo, creó diez temas. “En lo que respecta a los ritmos, diría, mi intención ha sido aglutinar (que no es mezclar, sino fundir) los ritmos ahora en boga y algunos ya olvidados como, por ejemplo, la galopa”.

Y así va creando el Kyrie en ritmo de guarania, con el título de Señor, ten piedad apela a la polca para el Gloria, le da el aire de kyre’y al Aleluya y para el Credo utiliza el vals. Y así va alternando los ritmos predominantes en nuestro país para incorporar uno nuevo, que él denomina balada guaraní, para el Padrenuestro, donde “se fusionan el rasguido de la guarania con el de la balada”. En el Te damos gracias, una vivaz polca introduce el guaraní de lleno con el Aguyjevete ndéve, Ñandejára.

En la mañana del 15 de agosto, en ceremonia presidida por monseñor Rolón, se ubicaba la orquesta del maestro a un costado del altar poniendo música al tedeum, en el marco de una iglesia colmada de fieles, muchos de los cuales habían quedado afuera incluso, pues la novedad de la presencia del gran músico, quien era ya una leyenda viviente, constituía un poderoso atractivo, luego de 23 años de ausencia. El dictador asistía en primera fila. El ilustre exiliado contó luego que en todo momento le dio la espalda. Mientras, el público saludaba con palmas entusiastas cada tema musical. Solo al final, desde el podio, saludó a monseñor y al público que lo vitoreó, mientras observaban obispos y sacerdotes, embajadores y políticos de oposición.

Herminio pudo permanecer unos días más. Invitado por la directiva del Club Cerro Porteño ofreció un concierto popular en su estadio, ya que era el autor de la música más difundida de la entidad, ante miles de personas. Mantuvo un histórico encuentro con sus antiguos compañeros músicos y escritores en el Ateneo Paraguayo, del cual participaron Arturo Alsina, Mauricio Cardozo Ocampo, Emilio Bobadilla Cáceres, Luis Cañete, Diosnel Chase, donde, además, evocaron al gran creador de la guarania, José Asunción Flores, estigmatizado por el régimen. Fue una propuesta de quien esto escribe a su titular, don Enrique Marés Lind, eminente musicólogo, quien organizó con gusto dicho homenaje.

Una década después se grabaría en vinilo la obra completa con dos temas agregados: Oración de cuna al Niño Jesús, villancico guaraní, y Oración por la paz, balada guaraní; ambas creaciones suyas. La asistencia de dirección estuvo a cargo del maestro, también en el exilio, Ramón Maciel Romero y fue editado por el sello Amambay en Buenos Aires.

Una historia poco conocida y, en cierto modo, olvidada: el gran músico paraguayo fue invitado al singular desafío de crear música con base en textos religiosos, a partir de ritmos nacionales.

Música

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