El avistamiento, registrado entre el lunes y el miércoles últimos de la semana pasada, constituye un hecho histórico porque hacía cuatro décadas que la especie no se veía en libertad en la zona. Para quienes trabajan desde hace años en la recuperación del hábitat, el retorno fue más que una noticia científica. Fue un mensaje del propio bosque que parece anunciar que su lento proceso de restauración empieza a dar frutos visibles.
En el Departamento de Canindeyú, la última vez que se documentó la presencia del guacamayo azul y amarillo fue en la década de 1980. Desde entonces, la deforestación, el tráfico ilegal de fauna y la degradación del Bosque Atlántico del Alto Paraná arrasaron con su presencia.
Hoy, el Proyecto Canindeyú –impulsado por Itaipú Binacional a través del Centro de Investigación de Animales Silvestres, ubicado en la ciudad de Hernandarias– busca revertir esa pérdida. El programa trabaja con ejemplares criados bajo cuidado profesional y planea reintroducirlos en áreas donde habitaron en el pasado. La llegada de los guacamayos silvestres refuerza y legitima esos esfuerzos de conservación.
ESPERANZA. La coordinadora técnica del proyecto, Diana Pésole, celebró el avistamiento y explicó que el retorno tendrá un efecto directo en la futura liberación de aves. Su reflexión transmite entusiasmo y también confianza en que la naturaleza, cuando se le da espacio, responde con resiliencia.
“La llegada de los guacamayos silvestres es muy importante porque facilitará la adaptación más rápida de las aves liberadas. Los ejemplares que ya viven en libertad serán una guía para los nacidos en cautiverio y los ayudarán a encontrar alimento y refugio”, señaló.
Para César Mendoza, encargado del Refugio Biológico de Mbaracayú, la aparición de los kaninde es el resultado de tres décadas de esfuerzo conjunto. El refugio, concebido como un espacio de conservación y recuperación del bosque, empieza a mostrar la recompensa de esa tarea de largo aliento.
“La llegada de estos ejemplares nos confirma que el refugio ofrece alimento y seguridad. Es la prueba de que la restauración ecológica realizada por paraguayos y brasileños a lo largo de casi treinta años está dando resultados y que la fauna silvestre regresa a su entorno natural”, sostuvo.
PAPEL ECOLÓGICO. El gua’a kaninde no solo impacta por su plumaje intenso y su envergadura que puede llegar a ochenta centímetros. Su importancia radica también en el papel ecológico que cumple como dispersor de semillas, lo que contribuye de manera decisiva a la regeneración de los bosques.
Además, estas aves suelen formar parejas de por vida y anidan en cavidades de árboles, lo que convierte su presencia en un indicador de buena salud ambiental. Cada vuelo que realizan sobre el bosque es también una siembra de futuro.
El avistamiento de la pareja de guacamayos en el Refugio Biológico de Mbaracayú simboliza el renacer de la biodiversidad en esta parte del país. Representa un hito dentro del esfuerzo binacional por restaurar el Bosque Atlántico del Alto Paraná y demuestra que la perseverancia en la conservación puede revertir años de pérdida.