El brutal e inhumano final de una adolescente de 16 años, quien fue hallada sin vida en un terreno baldío en la ciudad de Limpio, Departamento Central, conmocionó a la población, en lo que se ve como un hecho de suma violencia. La historia de fondo, sin embargo, nos habla de un caso de abandono por parte de las instituciones, y se puede afirmar que una vez más el Estado le falló a un adolescente paraguayo. Son urgentes las acciones para proteger a nuestros niños y niñas de todo tipo de abuso, abandono, adicciones y violencia.
El cuerpo sin vida de una adolescente de 16 años fue encontrado en un terreno baldío del barrio Isla Aranda de Limpio, Departamento Central, y según los escasos datos que se disponen, la adolescente vivía con su hermano de 12 años, en condiciones muy precarias. La madre está recluida en la cárcel de Buen Pastor y el padre falleció hace tres años. Los niños habían quedado bajo el cuidado de una abuela del corazón, pero luego se mudaron junto a la madrina, primero, y con una tía después.
La Constitución Nacional del Paraguay reconoce los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y hace responsable a la familia, la sociedad y al Estado de asegurar el desarrollo, la protección y el ejercicio de sus derechos.
Los niños deben ser protegidos contra el abandono, la desnutrición, la violencia, el abuso, el tráfico y la explotación. Queda claro que la familia es la primera responsable de asegurar los derechos, pero el Estado debe crear y asegurar las condiciones para que las familias puedan cumplir con su rol; es decir, crear las condiciones para que puedan vivir una vida digna. Por eso, la muerte de la adolescente de 16 años puede ser interpretada como un terrible fracaso del Estado y de la sociedad entera.
Apenas había pasado un día del caso de la adolescente hallada muerta en Limpio, cuando este diario publicaba el caso de ocho niños que están en situación abandono, expuestos a los peligros de la calle en la ciudad de Caacupé, Departamento de Cordillera. (ÚH, Setiembre 25, 2025)
La información relataba que en el barrio Santa Ana de Caacupé, ocho niños de entre cuatro y 11 años deambulan por las calles, pues la madre de cuatro de ellos se encuentra en prisión, mientras que la madre de los otros cuatro sufre de adicciones y no puede ocuparse de sus hijos. Los niños, que van descalzos, con frío y sin cuidados básicos, reciben el soporte y la ayuda de los vecinos que les proveen de comida, ropa y otras necesidades.
La comunidad pide a las autoridades una solución a esta situación, ya que los niños necesitan un hogar seguro. La Defensoría Pública inició acciones urgentes para encontrar un lugar para los niños; sin embargo, la falta de resolución de la jueza de Niñez y Adolescencia, Josefina Cuéllar, de la Décimotercera Circunscripción de Cordillera, estaba demorando el proceso.
Se debe destacar, no obstante, el compromiso de los vecinos de Caacupé que están atentos al bienestar de los pequeños, pues como decía Ghandi, la verdadera medida de cualquier sociedad se puede encontrar en cómo trata a sus miembros más vulnerables.
De acuerdo con datos del Ministerio Público, el principal hecho punible que afecta a la niñez es incumplimiento del deber legal alimentario, mientras que el segundo hecho punible de mayor cantidad de casos es el de abuso sexual en niños. Estos hechos, en un país que se declara provida y profamilia es intolerable.
Datos de la Coordinadora por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia (CDIA) señalan que el 20,1% de la población general del país vive en situación de pobreza, cifra que aumenta al 29,5% entre niños y niñas, además, 1 de cada 10 niños en zonas rurales vive en pobreza extrema, y solamente el 35% de los niños y niñas de zonas rurales egresa de la educación media; datos del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición dicen que 1 de cada 3 niñas y niños menores de 5 años presenta una nutrición inadecuada.
Es responsabilidad del Estado, pero es necesario que toda la sociedad se involucre en la defensa y el cuidado de los niños y niñas porque como afirma el proverbio africano: “Hace falta una aldea entera para educar a un niño”.