20 nov. 2025

Libertades y responsabilidad como garantías democráticas

Las libertades básicas de conciencia, de expresión, de prensa están ligadas a la vida civilizada y democrática. A pesar de la rapidez y diversidad que la globalización tecnológica aporta hoy, su ejercicio no está exento de dificultades internas y externas, tanto de confusiones y abusos, así como de presiones e intentos de censuras. Ni el miedo ni la arrogancia son buenos consejeros de quienes deben informar y ayudar a formar la opinión pública con respeto a la dignidad de todos. El caso de la BBC debe darnos una señal de alarma para rectificar hacia el buen uso del poder mediático.

La palabra libertad aparece veintiún veces en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, más que igualdad (tres), que paz (dos), que justicia (dos), porque, después del derecho a la vida, es la facultad personal más atacada por los regímenes totalitarios y por las guerras, así como por las estructuras contrarias al desarrollo civilizado de los pueblos. De hecho, su protección inspiró a los redactores de dicha Declaración, así como a la mayoría de las Constituciones de las naciones del mundo.

Mientras el artículo 18 de la Declaración resguarda el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, el artículo 19 expresa que toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; incluyendo el derecho a no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión. Como complemento, el artículo 29 dice que toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que solo en ella puede desarrollarse libre y plenamente, y afirma que “en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”.

La paradoja de la cultura actual de la “cancelación” o woke es que, en nombre de la libertad, así como de una peculiar forma de entender la justicia social y la igualdad, llega a justificar los ataques a las libertades básicas de quienes son considerados “cancelables” por sus posiciones políticas o religiosas. Tristemente, esta oleada seudocultural que confunde “responsabilidad histórica” con intervencionismo violento en la “construcción de la realidad”, niega el aspecto objetivo que hace posible la relación entre pensamiento, sujeto, objeto, información, expresión y realidad. Si toda la realidad es solo una construcción mental subjetiva, como creen los promotores de la ideología woke, se sienten justificados para alterar a su conveniencia, desde sus espacios de poder, todo aquello que obstaculiza su sesgada visión de la realidad. Su obsesión por “transformar la historia” y “liberar” al gran público de sus condicionamientos morales, los lleva a conductas irracionales, peligrosas y contraproducentes. Es lo que se ha visto en las manipulaciones de discursos, coberturas mediáticas y noticias globales que admitieron haber realizado los altos directivos de la famosa cadena de información BBC, una de las más antiguas del mundo, quienes renunciaron y pidieron perdón, luego de haber sido puestos en evidencia.

Es grave que la ciudadanía llegue a desconfiar de los medios de comunicación y es necesaria una consciente autocrítica. Es verdad que no toda opinión es válida, pero todos tenemos derecho a opinar responsablemente; es cierto que la libertad no es un fin, sino un medio valioso para alcanzar la realización personal y el desarrollo comunitario mediante el ejercicio de la virtud y de la búsqueda del bien social.

Es urgente reconsiderar con racionalidad y humildad, la enorme responsabilidad que tenemos los medios de prensa como garantía de la participación democrática, libre y responsable de todos los ciudadanos en las sociedades civilizadas. Nuestra presencia y trabajo siempre ha sido una protección ante los abusos de poderes políticos o ideológicos y es deleznable la actitud soberbia y temeraria de quienes pretenden instrumentalizar las libertades básicas desde sus grupos de poder para restringir y/o eliminar las libertades de las personas o de los grupos que desprecien por algún motivo expreso u oculto. Llegamos a un punto dramático en que debemos revalorizar el ejercicio responsable de nuestra misión.

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