16 abr. 2024

En busca de la memoria perdida

El doctor Francia –recordaba Helio Vera en su libro, En Busca del hueso perdido– pidió a un médico suizo que realice una autopsia al paraguayo para determinar si tenía un hueso de más que no le permitía levantar la cabeza.

Describiendo así a este ser singular al que le cuesta mirar a la cara a las personas, hablar recio y defender lo que considera injusto, como una autocondena al servilismo.

Y es algo que tenemos que admitir y lo llevamos como una tara colectiva pero no es la única característica negativa de este ser impredecible, habitante del “corazón purpúreo de América del Sur”.

Los paraguayos padecemos, como un estigma en la frente, el mal de la falta de memoria. Una suerte de paramnesia colectiva que nos coloca en una situación de víctima y nos mantiene estancados y las veces que buscamos avanzar, nos hace tropezar siempre con la misma piedra.

Pareciera ser que la mayoría ya olvidó los 35 años de dolor, muerte y corrupción en la que fue sometido el país, en una de las dictaduras más largas del continente. Compatriotas desaparecidos, condenados al ostracismo; otros, torturados... Educación abandonada. La ignorancia fue herencia.

33 años pasaron de la vuelta de la “democracia” y muchos, con desparpajo, públicamente nos quieren dar la vuelta el cuento, buscando hacer pasar la dictadura de Stroessner como una época de bonanza para el país. Se aprovechan de nuestra incontinencia informativa.

Rápido nos olvidamos que la desidia y la corrupción, junto a la avaricia, provocaron la muerte de más de 400 personas en el supermercado Ycuá Bolaños. Son imágenes entrecortadas, que se van desvaneciendo como pompas de jabón, como diría la canción.

Pasaron algo más que mil días para que nos olvidemos del suboficial Edelio Morínigo, de Óscar Denis, de Félix Urbieta, cautivos en manos de bandas criminales que hacen lo que quieren y que aparecen cada tanto, como figuras de humo que luego desaparecen.

Las hijas del ex vicepresidente de la República luchan todos los días contra la indiferencia que causa la falta de memoria. Cada mañana, a través de una emisora radial de Concepción, saludan a su papá y piden a las personas que no lo olviden. Lo mismo pasa con la madre de Edelio y las hijas de Urbieta, pero parece una causa perdida.

Pelean contra la corriente, una corriente que circula hacia la nada misma.

¿Alguien se acuerda del acta secreta de Itaipú? Al principio hubo indignación pero hábilmente se cajoneó el tema; los señalados como responsables se guardaron un tiempo hasta que el tema vaya al basurero de los asuntos olvidados.

De la niña de Emboscada, cuyo caso pareció estremecernos, también nos olvidamos. De los que hicieron negocios con las camas de terapia intensiva; de los que compraron tapabocas de oro...

De los muertos por Covid, esperando una cama en el hospital, por un oxígeno, mientras políticos hacían vito con el dinero destinado para la emergencia, también nos olvidamos.

¿Habrá algún remedio para curar este mal?

Existe una vacuna y es la educación: Es la lectura, es la información; es la cultura. No hay mayor ejercicio que ese: Generar espacios, hablar de los temas, mantener viva la memoria o recuperarla.

No dejemos de hablar de estos temas, en las rondas de tereré familiares, en los grupos de WhatsApp, en las redes sociales.

De nosotros depende que estos temas y otros que no mencioné por falta de espacio, no sean excluidos de la opinión pública.

Esto ayudará, en gran medida, a dificultar la labor de cualquier pillo peajero, movido por intereses mezquinos, que busca aprovecharse este mal que nos aqueja, confiados en que nunca nos atreveremos a defendernos de las ofensas, mirándolos recios a la cara.

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