06 dic. 2024

El retorno de Trump y su impacto en el mundo

Las expectativas en el escenario internacional sobre su segundo mandato despiertan gran entusiasmo entre sus seguidores y significativa preocupación en sus opositores.

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Jorge Daniel Codas Thompson
Analista de política internacional

Tras su clara victoria en la campaña presidencial, Donald Trump volverá en unas semanas a la Casa Blanca, y tanto sus aliados como sus detractores han dejado en claro que su segundo mandato no se parecerá en nada al primero. El propio Trump ya ha manifestado que se concentrará en cumplir sus promesas electorales. Esto incluye a una serie de países en Europa, Asia y Medio Oriente, cuyos líderes se encuentran ansiosos por descifrar los planes concretos de Trump.

De estos países, la República Popular China, como superpotencia emergente, tiene a sus líderes aprensivos respecto a cómo se vaya a desplegar la política exterior de la Administración Trump hacia su país. Dado lo sucedido en el primer mandato de Trump, China se prepara para una profundización de la guerra comercial entre las dos superpotencias. Trump ha prometido imponer un arancel generalizado a las exportaciones chinas de hasta 60%. El gigante asiático ha venido dependiendo del gran volumen de exportaciones a los Estados Unidos para intentar apuntalar su economía, que exhibe crecientes síntomas de estancamiento.

Asimismo, el gobierno de Xi Jinping no tiene muchas expectativas de mejoramiento de las relaciones con el gobierno de Trump por las restricciones impuestas a las compañías chinas de tecnología y por el fortalecimiento de las relaciones entre el primer gobierno de Trump y Taiwán, territorio que China Popular reclama como suyo. De igual manera, el régimen chino se encuentra preocupado respecto a la posible composición del gabinete y el Consejo de Seguridad Nacional de Trump, que podría incluir a funcionarios de línea dura hacia Pekín.

Por otro lado, el régimen chino detecta una potencial oportunidad a nivel mundial si Trump opta por el aislacionismo bajo el adagio de Estados Unidos Primero (“America First”) y se retira de la arena política y económica internacional. Esto le conferiría a China la oportunidad de llenar el vacío, atraer a más países como aliados, y debilitar las alianzas de Estados Unidos con una gran cantidad de países afines, las cuales han limitado la influencia global china hasta el momento. En concreto, los tomadores de decisión en Pekín calculan que el aislacionismo estadounidense fortalecería la posición de su país respecto a sus reclamos sobre Taiwán y sobre la soberanía en el Mar del Sur de China, vía marítima de importancia estratégica para el comercio internacional. Dado que Trump se ha negado a aclarar si iría en defensa de Taiwán en caso de una invasión por parte de China Popular, y ha declarado que Taiwán debería cubrir todos los costos de su defensa por parte de Washington, China podría interpretar que invadir la isla no comportaría riesgos de una guerra con Estados Unidos. Al mismo tiempo, es conveniente señalar que una transición hegemónica de semejante escala podría exacerbar el conflicto con Estados Unidos y socavar aún más la situación económica china, la cual es pilar fundamental para las ambiciones globales de Pekín. Al margen del factor tiempo para la transición hegemónica, el gobierno de Xi Jinping se muestra cauteloso debido a la total falta de predictibilidad de Trump, que podría echar por tierra los incipientes esfuerzos por construir una relación estratégica entre ambos gobiernos, que contribuya a manejar toda materia de negociaciones y eventuales conflictos entre las dos superpotencias.

En lo que respecta a Oriente Medio, Israel, estrecho aliado de Washington, festejó el regreso de Trump, pero en Irán y sus entidades subsidiarias (sobre todo, Hamás y Hezbolá), el resultado de la elección está provocando gran inquietud. Poco tiempo después de que Trump declarara su victoria, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo felicitó de manera entusiasta, y declaró que el retorno de Trump a la Casa Blanca constituía el “mayor regreso de la historia”. Como era de esperarse, las encuestas realizadas en el Estado de Israel sobre las preferencias de sus ciudadanos con relación a ambos candidatos a la presidencia en Estados Unidos reveló un claro apoyo hacia Trump.

La percepción de los israelíes respecto a lo que interpretaron como un esfuerzo intenso por parte del gobierno de Joseph Biden y de Kamala Harris de restringir la respuesta militar al ataque terrorista por parte de Hamas en octubre del año pasado, jugó un papel fundamental en las preferencias de los ciudadanos de Israel.

Por su parte, la primera administración de Trump dejó una gran sensación de gratitud por medidas como el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán (territorio perteneciente a Siria, conquistado durante la Guerra de los Seis Días en 1967), y la adopción de una dura postura respecto a la actividad desestabilizadora de Irán en la región. Trump también es recordado como el artífice de los Acuerdos de Abraham, mediante los cuales el Estado de Israel estableció relaciones diplomáticas con países árabes como Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. Se espera un apoyo aún más decidido del gobierno de Trump con relación a los conflictos de Israel con Irán y sus entidades subsidiarias, actuando como un potente factor de disuasión dirigido a régimen iraní. Los sectores de derecha en Israel tienen altas expectativas de que Trump apoye la anexión de Cisjordania y el retorno de colonos judíos a Gaza (en 2006, el primer ministro israelí Ariel Sharon ordenó la retirada de los colonos israelíes de territorio gazatí). Sin embargo, no existe certidumbre de que Trump apoye estas iniciativas, y no solamente por ser un líder impredecible. Recientemente, luego de observar las imágenes de destrucción en Gaza, comentó a periodistas israelíes que consideraba que Israel debía parar la guerra a la brevedad, pues dicho país estaba perdiendo mucho apoyo a lo largo y ancho del orbe.

En el resto de Oriente Medio, y particularmente en Irán y sus entidades subsidiarias, es muy posible que exista una gran preocupación respecto a un posible apoyo irrestricto del gobierno de Trump a Israel, que ha tenido por años un conflicto de baja intensidad con Irán, y que desde abril ha escalado con ataques masivos de cohetes y misiles por parte de Teherán, que provocaron represalias por parte de Israel. Empero, Trump, quien probablemente apoyará decididamente a Israel si entra en una guerra abierta con Irán, ya ha manifestado que está en contra de provocar un cambio de régimen en Teherán.

Por su parte, el Gobierno de Irán declaró que una presidencia de Trump no supondrá ninguna diferencia significativa para ellos. Sin embargo, en medio de una escalada en la confrontación con Israel, cuyo gobierno afirmó haber llevado a cabo ataques aéreos sin precedentes contra instalaciones de producción de misiles y defensas aéreas iraníes el mes pasado sin que sus aviones fueran detectados, la posibilidad de un apoyo aún más firme de Estados Unidos a Israel es probablemente una gran preocupación para Teherán.

Finalmente, en lo que atañe a Europa, la invasión de Rusia a Ucrania requerirá también de la atención de Donald Trump. Cuando Trump fue electo presidente de los Estados Unidos en 2016, el Kremlin festejó de manera entusiasta. Rusia estaba siendo acusada de interferencia electoral en los Estados Unidos, y el propio Trump negaba tal posibilidad y se rehusaba a criticar al gobierno de Putin. Dado que, además, Putin tenía una muy mala relación con la candidata demócrata, Hillary Clinton, a quien acusaba de influir en las protestas antigubernamentales en Rusia, Trump era visto como un aliado potencial.

Para sorpresa del Kremlin, el primer gobierno de Trump terminó imponiendo más de cincuenta sanciones a Rusia por diversas causas. Este antecedente, más la incertidumbre que le genera a Putin el comportamiento impredecible de Trump, hace que Moscú no se sienta del todo cómoda con el retorno de Trump. El presidente estadounidense, que nunca congenió con el presidente de Ucrania y ha sido un crítico acérrimo de la ayuda militar y financiera a dicha nación, podría intentar forzar una negociación entre ambas naciones beligerantes. Empero, si bien Trump ha manifestado querer terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania en días, también entiende que hacerlo en los términos que exigiría Putin respecto a los territorios ucranianos que ocupa, supondría un grave daño reputacional a los Estados Unidos. Ucrania es además lo que se conoce como un estado tampón, que protege la soberanía territorial de varios países de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), y su afectación territorial podría inducir a Putin a intentar invadir dichas naciones lo cual, según el artículo 5 del Tratado de la OTAN, implica la entrada en guerra de los treinta y dos países aliados contra el invasor. De los tres teatros de potencial conflicto analizados en este artículo, la reacción del gobierno de Trump al conflicto de Rusia y Ucrania es la que no queda aún clara, y se iría haciéndose más evidente una vez que Trump sea juramentado como presidente en enero de 2025.

En conclusión, Donald Trump tendrá una intensa actividad de política exterior en tres regiones del planeta, y deberá hacer gala de mano firme para proteger los intereses de los Estados Unidos y sus aliados.

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