María Gloria Báez
Escritora
Virtuoso guitarrista clásico y compositor paraguayo, elevó la guitarra a una dimensión universal al unir magistralmente las técnicas europeas con los acentos del folclore latinoamericano, creando una estética inconfundible, colmada de espiritualidad, poesía y hondura.
Al cumplirse ciento cuarenta años de su nacimiento, el concertista paraguayo José Carlos Cabrera, reflexiona sobre lo que significa rendir homenaje a una figura icónica de talla mundial para la guitarra clásica y para la identidad cultural del Paraguay.
Para Cabrera, este gesto es mucho más que un tributo, “Rendir homenaje a Mangoré como concertista paraguayo es, para mí, un acto de profunda gratitud y responsabilidad. Fue un virtuoso de la guitarra clásica, un embajador de nuestra identidad cultural. Su música tiene una fuerza espiritual y poética que trasciende fronteras y cada vez que interpreto una de sus obras, siento que estoy dialogando con nuestra historia, con nuestras raíces. Ayudar a expandir su legado es una forma de mantener viva su voz, de compartir con el mundo la riqueza de nuestra cultura, y de seguir aprendiendo de su genio.” Esta relación de gratitud y diálogo con la historia no surge del vacío.
La pasión de Cabrera por Barrios marcó profundamente su carrera. El guitarrista recuerda que descubrió su música gracias a un cassette del Prof. Felipe Sosa que sus padres le regalaron cuando era niño. Aquella grabación en homenaje a Mangoré fue, según confiesa, un punto de inflexión, “Desde el primer momento quedé profundamente conmovido por la belleza y profundidad de sus composiciones. Ese fue el punto que me llevó a abrazar la guitarra clásica para siempre y comenzar con ella un camino profesional. Lo que me cautivó inicialmente fue la riqueza emocional de sus obras, la capacidad de combinar virtuosismo técnico con una expresividad poética única. Mangoré no se limitaba a componer música, contaba historias a través de la guitarra. Dedicarle un disco como Oración, fue una forma de rendir tributo a esa conexión íntima que siento con su legado y de compartir esa experiencia transformadora que viví al descubrirlo”.
La música de Barrios, tal como señala Cabrera, se caracteriza por la manera en que el compositor paraguayo fusiona los elementos del folclore latinoamericano con las estructuras clásicas europeas. “Ejemplos claros de esto son la famosa Danza Paraguaya, que tiene una estructura clásica como el Rondó, de origen francés. También el uso del “Tema con variaciones”, una forma muy común en la música clásica, que Barrios aplicó a temas folclóricos latinoamericanos como la Vidalita o el Punto Guanacasteco. Sin embargo, en el caso de La Catedral y Las Abejas, la fusión es diferente. La Catedral está profundamente influenciada por el estilo barroco y la música sacra, especialmente por la obra de Bach, de quien Barrios aprendía mucho transcribiendo y tocando su música en guitarra. Esta obra invita a momentos y ambientes sacros y mi interpretación busca resaltar ese carácter espiritual.
Por otro lado, “Las Abejas trata de imitar el vuelo de estas, algo parecido a lo que hace Rimsky-Korsakov en El vuelo del moscardón. Son obras descriptivas en las que Barrios utiliza la música para pintar escenas y emociones sin palabras”. En esta concepción, la interpretación adquiere un papel trascendente, el intérprete debe convertirse en un lector sensible de las intenciones ocultas de Barrios, entendiendo la nostalgia de sus preludios, la elegancia de sus valses y las voces alegres o tristes que emergen de los ritmos populares latinoamericanos.
Cabrera sostiene que, “como intérprete, es fundamental investigar y conocer el trasfondo de cada obra para poder interpretarlas con autenticidad y respeto”. El disco Oración encarna este espíritu, al priorizar obras menos grabadas y conocidas para rescatar repertorios olvidados y ofrecer un panorama diverso de la obra de Mangoré. “El título Oración tiene un significado especial, al evocar paz, reflexión y agradecimiento. Quise transmitir al público ese tiempo de introspección y felicidad que siento, al interpretar a Barrios. Cada obra fue elegida y tocada con cariño, mostrando tanto el lado íntimo como el festivo de Mangoré. Incluí también una obra inédita, “Variaciones sobre un Tema de Schubert”, cedido por el maestro Carlos Payes, lo que le da un valor agregado. Además, como homenaje a la identidad paraguaya, incluí piezas emblemáticas como Caazapá y Danza Paraguaya.
Barrios, además de músico, fue un pensador. Su vida y obra muestran una inclinación natural hacia la filosofía, la teología y la poesía. Cabrera resalta que el guitarrista “no solo fue guitarrista y compositor, también fue poeta, filósofo, calígrafo y caricaturista. Hablaba varios idiomas y tenía un gran interés por la teosofía. Él mismo decía que ‘una persona no puede ser guitarrista sin haberse bañado en la fuente de la cultura’, y esa riqueza intelectual se percibe en cada una de sus obras, incluso en las más breves.” Esta profundidad espiritual se traduce en un desafío interpretativo, “Al estudiar e interpretar su música, siento un profundo compromiso y respeto, porque en sus composiciones se esconden mensajes poéticos, filosóficos y espirituales. Sus cartas, poemas y escritos revelan a un artista que reflexionaba sobre la vida y el arte, y esa sensibilidad se traduce en piezas como Oración, Preludio en do menor o Choro da Saudade, donde cada nota puede sentirse como una plegaria. Su interés por la espiritualidad y la teosofía, se refleja en obras como La Catedral, que trasciende lo musical y se convierte en una experiencia casi mística.”
Barrios fue, además, un pionero tecnológico, uno de los primeros guitarristas en grabar discos comerciales. Cabrera recuerda que, “Mangoré, fue el segundo guitarrista en el mundo en grabar música para guitarra de forma comercial en discos de 78 r.p.m., una verdadera hazaña histórica. Estas grabaciones se realizaron en Buenos Aires para los sellos Atlanta y Odeón, entre 1913 y 1928. Muchas de las obras que hoy conocemos, sobrevivieron gracias a estas grabaciones, ya que no se encontraron manuscritos.” A pesar del paso del tiempo, sus composiciones siguen representando un reto, tanto técnico como expresivo. “Aunque la técnica instrumental ha evolucionado, el dominio técnico que Barrios alcanzó y que se evidencia en sus grabaciones, fue extraordinario. Sus obras exploran una enorme variedad de estilos musicales desde piezas con influencias barrocas, clásicas y románticas hasta danzas folclóricas y estudios con enfoques técnicos específicos. Esto exige al intérprete una gran versatilidad y demanda virtuosismo técnico, así como una profunda sensibilidad para captar la riqueza emocional y espiritual que Barrios imprimía en su música”. En sus experiencias internacionales, Cabrera ha comprobado la universalidad de Mangoré, “He tenido la suerte de interpretar la música de Barrios tanto en Paraguay así como en otros países. Siempre me sorprende, cómo su obra conecta con públicos tan diversos, sin importar la cultura. La obra de Barrios es recibida con admiración, curiosidad. Muchas personas se conmueven al descubrir la profundidad y la belleza de esta música, incluso cuando la escuchan por primera vez.” Para Cabrera, ser paraguayo implica una doble responsabilidad, representar una tradición y proyectarla al mundo. “Mi papel es ser un puente entre culturas, mostrando tanto el lado universal como el latinoamericano de Barrios y cada vez que subo al escenario, busco transmitir esa esencia y despertar el interés por su legado. La música de Barrios es bella, sincera y transparente; no necesita explicación para ser disfrutada y sentida.” Como docente en el Conservatorio Agustín Barrios, Cabrera busca transmitir esta herencia con rigor y devoción. “Mi objetivo es que los estudiantes desarrollen una base técnica sólida que les permita, con el tiempo, abordar la interpretación de las obras de Barrios. Este repertorio exige una preparación rigurosa. No hay ninguna obra de Barrios que pueda considerarse accesible en términos técnicos. Todas, requieren años de estudio y una madurez interpretativa considerable. Analizamos manuscritos originales, grabaciones y comparamos las múltiples ediciones actuales de sus obras, incluyendo las versiones y modificaciones que el propio Barrios realizaba constantemente.” Esta pedagogía de la autenticidad enseña técnica, respeto por el proceso creativo y el pensamiento cultural que subyace en cada nota. Cabrera, también reflexiona sobre la dimensión simbólica del seudónimo Nitsuga Mangoré, un alter ego que representó la síntesis del espíritu guaraní y el arte universal. “La adopción del seudónimo fue una construcción de identidad profundamente simbólica. En un momento difícil de su carrera, cuando las nuevas tendencias musicales europeas dominaban el ambiente, Barrios decidió reafirmar su estilo y sus raíces sudamericanas. El personaje de Mangoré, un cacique guaraní, capturó la atención del público y, al mismo tiempo, representó su convicción de que la música latinoamericana tenía un valor universal.” Cabrera encuentra en esa actitud una inspiración personal, “No provengo de las selvas ni tuve que disfrazarme como lo hacía Mangoré, pero nací en Sapucai, un pueblo pequeño sin conservatorio de música. Como él, tuve que salir de mi zona de confort y buscar la superación personal. Mi identidad paraguaya se refleja en mi acercamiento a su música desde lo más íntimo. La figura de Mangoré, representa un acto de resistencia cultural y una fuente de inspiración. Su historia nos enseña a creer en nosotros mismos, a valorar nuestras raíces y proyectarlas con orgullo al mundo.” Barrios, aunque paraguayo, encontró su refugio final en El Salvador, donde fue acogido con afecto y reconocimiento. “En sus últimos años, ese país lo acogió con respeto y afecto, por una invitación presidencial. Allí pudo enseñar, componer y desarrollar un método pedagógico para guitarra. Fue un verdadero embajador cultural y pionero en llevar nuestra música a escenarios impensados. Cada vez que interpreto su obra fuera del país, siento que estoy dando continuidad a esa misión, el de expandir su música y reafirmar el valor de nuestra identidad artística.” Finalmente, reconoce que la guitarra clásica, a través de figuras como Barrios, contribuye a construir una narrativa cultural latinoamericana viva, “Barrios demostró que la guitarra puede ser vehículo de identidad. En el siglo XXI, su música sigue inspirando a compositores de guitarra a seguir construyendo una narrativa latinoamericana desde lo propio, a seguir contando quiénes somos como región.” Y si pudiera conversar con Barrios, concluye con emoción y voz casi quebrada, “Le diría que su música sigue viva, más que nunca … le preguntaría si alguna vez imaginó que miles de guitarristas, en todo el mundo lo interpretarían con tanto respeto y admiración. Le daría las infinitas gracias por su música.”
NOTA: Expresamos nuestro más sincero agradecimiento al maestro José Carlos Cabrera, concertista de guitarra clásica, por su generosa disposición a compartir sus conocimientos, investigaciones y reflexiones en torno a la vida y obra de Agustín Pío Barrios.