23 ago. 2025

El mito de lo gratuito

Oímos repetir ad nauseam a políticos, empresarios, profesionales y por supuesto al público en general, la necesidad de que el Estado brinde servicios “gratuitos” a sus ciudadanos. Son comunes frases como “la educación debe ser gratuita” “el transporte público debe ser gratuito”, “el público tiene derecho a una vivienda digna.” “la salud pública es un derecho inalienable” e inclusive se mantiene como dogma incontrovertible, el supuesto derecho del “campesino sin tierra” a recibir tierra sin costo, o recibirla a precios inferiores a los del mercado.

Para justificarla, se recurren a construcciones de carácter emotivo tales como. la “justicia social”, los “derechos de los desposeídos” y el tan mentado desiderátum: “la equidad”. Semejantes exhortaciones filantrópicas, deben ser objeto de profundo análisis.

Por el momento, sin embargo, estamos más interesados en el concepto de lo “gratuito”. ¿Acaso es posible? ¿Puede el Estado proveer bienes gratuitos a sus ciudadanos?

Veamos

En la lucha por la supervivencia, el ser humano se enfrenta a un conflicto ineludible: La escasez de los bienes que ofrece la naturaleza, por un lado, y sus infinitas necesidades por otro.

De esta pugna irremediable surge la necesidad de “administrar” o “economizar” los bienes a su disposición (y la aparición de la ciencia económica). Esto se debe precisamente al hecho de que los bienes a nuestra disposición, no se nos presentan en la abundancia necesaria para satisfacer nuestras necesidades-son escasos. El valor de estos bienes dependerá de su escasez o abundancia. A mayor abundancia menor valor, y viceversa.

Pocos bienes hay ofrecidos al ser humano cuya abundancia sea tan grande que su valor sea nulo los llamados bienes libres o gratuitos (la luz del sol, el aire, por ejemplo) estos podemos llamarlos gratuitos, sin embargo, los demás bienes que nos ofrece la naturaleza son escasos, son bienes económicos, y en tal sentido comandan un precio. nunca podrán ser gratuitos.

Impuestos

Por otro lado, sabemos que el Estado no produce absolutamente nada. Obtiene sus ingresos de contribuciones coercitivas que extrae del individuo (impuestos). No realiza actividades productivas. Solo puede realizar transferencias de un sector económico a otro. Todo aquello que el Estado pueda “ofrecer” a un sector de la economía, necesariamente debe obtenerlo a través de una restricción impuesta sobre otro sector de la economía. En ese sentido, el estado nunca puede brindar nada gratuito.

Entonces, ¿qué significa realmente exigir que el Estado brinde bienes gratuitos a los ciudadanos? Simplemente esto: Exigir a un sector de la sociedad que se haga responsable de las necesidades de otro sector de la sociedad. En otras palabras, confiscar el producto del trabajo de ciertos individuos y arbitrariamente dárselo a otros, sobre la base de subjetivos y dudosos conceptos de justicia y equidad.

Nadie puede crear en la sociedad un grupo de individuos con “derecho” a una prestación, sin crear al mismo tiempo otro grupo con la “obligación” de satisfacerla.

Este sistema de aplicarse consistentemente desembocaría –como decía el gran economista francés Federic Bastia – en una sociedad en la que todo el mundo viviría a costa de todo el mundo: Esto es el Socialismo.

Lo “gratuito” es por ende un mito, y por ende, cada vez que exijamos el derecho de recibir algo “gratuito”, hagamos la siguiente pregunta, ¿a quién estamos exigiendo que se haga cargo de nuestras necesidades?

Sabemos que el Estado no produce absolutamente nada. Obtiene sus ingresos de contribuciones coercitivas que extrae del individuo.

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