30 ago. 2025

El heladero musical

Ángel Denis recorre las calles de Pilar con su conservadora, vendiendo helados y refrescos, mientras interpreta con su organillo alegres polcas populares. A los clientes les regala la polca de su club preferido. El maestro Luis Szarán lo invitó a sumarse a Sonidos de la Tierra.

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El heladero Ángel Denis con el maestro Luis Szarán en las ruinas de Humaitá | Foto: Juan José Brull

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Video y edición: Fabián Fleitas

-¡Helados... chupachus bien helados...! –pregona Ángel Denis, el heladero musical de Pilar, con su conservadora colorada a cuestas, abriéndose paso entre la multitud congregada junto a las Ruinas de Humaitá, para asistir a un concierto del Conjunto de Arpas Gigante de Sonidos de la Tierra.

Mientras espera que los jóvenes arpistas inicien su recital, Ángel ofrece su propio show. Se posiciona en un rincón, junto a una muralla, baja su conservadora en el piso y se lleva a la boca el pequeño organillo de plástico que le cuelga del pecho.

En seguida, los conocidos acordes de la polca Flor de Pilar, de Agustín Barboza y Carlos Miguel Giménez, en solo de organillo, llenan el aire.

La gente empieza a juntarse alrededor, sorprendida por el concierto improvisado de tan peculiar personaje.

Algunos comienzan a aplaudirlo y alentarlo con gritos de aprobación: "¡Bieen..!”, "¡Purete!”, "¡Otra!”.

Ángel se entusiasma y sigue con otra polca, Campamento, de resonancia histórica para el sitio donde se encuentra, las ruinas de la Iglesia de San Carlos, demolida por los cañones de los acorazados brasileños, durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870).

Varios niños se le han acercado, con ganas de comprar refrescos, pero él está tan extasiado en su actuación musical, que no lo percibe.

Alguien, de entre el público, le señala que los pequeños clientes están allí. Entonces, sin suspender la ejecución de su organillo, con una mano libre abre la conservadora y va distribuyendo los refrescos que les piden, cobra 2.000 guaraníes por cada uno, manejándose apenas con gestos manuales, mientras sigue tocando su música.

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Una sorpresa musical

La peculiar personalidad del heladero no ha dejado de ser notada por el gran músico y director de orquesta Luis Szarán, fundador del proyecto Sonidos de la Tierra, a quien Ángel Denis le ofreció un concierto personalizado.

“Para mí es un honor tocar para usted, maestro, que es un músico de verdad. Yo soy apenas un heladero aficionado”, le dice Ángel a Szarán, visiblemente emocionado.

“Por el contrario, ustedes son los verdaderos músicos, los que surgen espontáneamente, como parte de la cultura en cada pueblo. Son una sorpresa musical, los que enriquecen a la experiencia de Sonidos de la Tierra”, le contesta Szarán, quien le pide que siga tocando otras canciones.

Denis cuenta que es un humilde trabajador pilarense, que vive exclusivamente de lo que gana vendiendo helados y refrescos, con lo cual mantiene a su familia.

“Aprendí a tocar el organillo así nomás, practicando, mirando a otros amigos que tocan. Me gusta mucho la música, y me encanta ver a estos chicos jóvenes de todo el país, que integran estas orquestas de Sonidos de la Tierra. Yo no pude estudiar, como ellos”, dice Ángel.

“Ya te vamos a invitar para que toques con los chicos, en Sonidos de la Tierra”, le promete el maestro Szarán.

La música de cada club, un regalo

Otra de las particularidades de Angel Denis, apodado popularmente “el heladero musical” en todo Ñeembucú, es que acostumbra regalar a sus clientes, como una “promoción especial”, una interpretación de la polca de su club preferido.

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ngel Denis, ofreciendo helados y refrescos durante el megaconcierto de Sonidos de la Tierra, con su organillo colgado del pecho. | Foto: Andrés Colman


Las polcas más interpretadas son, obviamente, las de Cerro Porteño y Olimpia. “El periodista es de Guaraní, quiere escuchar su polca”, le dice Luis Szarán, refiriéndose al reportero de Última Hora, y entonces Denis da inicio a la música del legendario club aborigen.

Como una broma, Szarán le pide luego la música de su club, refiriendo a un supuesto equipo de una localidad del interior. “Che disculpata, maestro. Péape a kañy eté (discúlpame, maestro, con esa música estoy perdido...)”, se justifica Denis, avergonzado. El público estalla en carcajadas.

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