Ninguno de los cinco designados hasta hoy ha generado sorpresa, no hay riesgos apelando a la renovación y revela el pequeño margen de poder del futuro presidente.
Al primero al que anunció fue al senador electo Enrique Riera como ministro del Interior, el más veterano de todos, hasta ahora. Un cupo del sector ganadero y de los dueños de la tierra por su discurso antisocial, pero especialmente un premio a la adulonería. Riera estaba alejado de la política hasta que Horacio Cartes lo rescató y lo nombró en el Consejo de la Magistratura. Luego fue su ministro de Educación, donde ya mostró su vocación autoritaria planteando quemar libros en la plaza como símbolo de intolerancia democrática. Luego abandonó Honor Colorado “hastiado de la corrupción” de sus correligionarios, pero la llanura es demasiado fría para ensayar la ética política. Incluso quiso abandonar el país y rogó a Mario Abdo un cargo en la OEA, que le concedió, pero sus colegas senadores colorados le pusieron la traba. Volvió arrepentido al cartismo y como todo converso fue el más fanático de todos. La lealtad absoluta tuvo su recompensa.
Cancillería fue la segunda noticia. Peña eligió a Rubén Ramírez Lezcano, quien ya había ocupado el cargo durante la presidencia de Nicanor Duarte Frutos. Con sólida formación en economía, su elección no fue una sorpresa porque ya venía acompañando al presidente electo en reuniones diplomáticas. No tiene reparos, sino beneplácito de los sectores económicos donde se desempeñó como asesor. Fue presidente de un banco. En el Ministerio de RREE hubo alivio, porque es “de la casa”.
Luego le tocó el turno al senador electo Juan Carlos Baruja, cuyo nombre sonaba para el MOPC, pero finalmente recaló en el Ministerio de la Vivienda. Baruja fue ministro de Agricultura del gobierno de Horacio Cartes. Siendo gobernador de Paraguarí se consolidó como dirigente de base. Peña le puso una vara muy alta, ya que promete construir 500 mil viviendas durante su gobierno, lo que implica la construcción de 100 mil por año. Un desafío difícil de cumplir.
REGRESO CON GLORIA. El nombramiento de Ángel Barchini como ministro de Justicia es uno de los más misteriosos. En las bases cartistas hay cierto malestar porque consideran que no tiene los méritos políticos para ocupar un lugar en el gabinete, especialmente por su larga ausencia del escenario electoral. Cartes lo había nombrado embajador en Qatar, donde permaneció por 8 años, incluido el gobierno de Mario Abdo. Regresó el año pasado y se incorporó a Honor Colorado. Fue candidato a senador, pero apenas obtuvo 8.000. Al igual que el líder tabacalero, no tiene visa para ingresar a EEUU desde el 2001.
La semana cerró con la designación del ministro de Defensa, que recayó en el general retirado Óscar Luis González, ex comandante del Ejército en la era Cartes. Defensa, un ministerio cuasiinexistente por no estar en la cadena de mando, una vez más recae en manos de militares retirados.
Como se ve en la lista de confirmados, todos están vinculados más con Cartes que con Peña.
La semana seguirá con los nombramientos a cuentagotas. Quedan ministerios claves como Educación y Salud, además de Hacienda. Hay candidaturas cuasiseguras, como la de Carlos Fernández Valdovinos como ministro económico, quien ya actúa como tal en las diversas entrevistas. En Educación hay varios candidatos, como Federico Mora y Derlis Maidana, el senador electo por Misiones, considerado peñista de primera hora. Surgió también el nombre del respetado educador Luis Ramírez en la danza de nombres. ¿Se animará Peña a romper el molde en esta área tan delicada? La única manera de despolitizar la educación es nombrando a una persona con conocimientos técnicos, sin aspiraciones políticas, para evitar manipulaciones y protagonismos personalistas.
En Salud también aparecen candidaturas y se menciona a Felipe González, del Ineram, aunque en esta área el ministro de facto será Antonio Barrios, ex ministro de Salud y médico personal del ex presidente. Quien asuma esta cartera, sabe esa condición.
Por supuesto, más allá del gabinete hay cargos aún más delicados como Itaipú, Yacyretá, además de Petropar, INC y otros entes. Áreas codiciadas por los operadores por los recursos que manejan y la falta de transparencia que facilita la corrupción.
A medida que se conocen a los designados, la pregunta que surge es: ¿Cuáles son las áreas del gobierno que podrá disponer Santiago Peña para que implemente su visión país? Porque los nominados hasta ahora son del riñón de su padrino político. Entonces, aunque repita que él es el presidente, el entorno que elija para gobernar definirá quién tiene el poder real. No serán las palabras las que lo ungirán como tal, sino las decisiones que pueda tomar.
Textual
“Decir que Peña es el secretario de Cartes no lo digo como algo peyorativo, no creo que ser empleado o ser empleado fiel sea malo, pero creo que es la demostración de lo que es Santiago Peña, él no es el que gobernará. Ese es el problema, que al presidente electo en este caso le vemos alrededor de una mesa a Cartes y a Galaverna, mientras que él queda como a un costado. Ese gesto simbólico, aunque parezca una imagen, vale más que mil palabras y allí está claro quiénes dirigen el espacio político al cual él pertenece. Claramente, no es el presidente de la República. Le doy el beneficio de la duda porque desde el 15 de agosto entra a prueba en los primeros cien días”.
(Johanna Ortega, diputada electa de País Solidario).
Lo que hay que saber
NO A MBURURU. Desde su celda, Payo Cubas, líder de Cruzada Nacional, pidió que Rafael Esquivel no jure como senador electo, “por la salud moral de la política paraguaya”.
NO ESCARMIENTA. Desde su prisión, Ramón González Daher, sigue atormentando a las personas a las que prestó dinero (usura), incluso con cheques robados del depósito judicial.
PRESO. Miguel Mendieta, abogado del presunto narco Miguel Ángel Insfrán, Tío Rico, también fue preso, acusado de intento de soborno para ingresar un teléfono a la celda de su cliente.
¿CERCADO? Aunque Erico Galeano, investigado por nexos con el narcotráfico, siga reuniéndose con el presidente electo y su bancada, la Justicia parece dispuesta a ponerle el cascabel al gato.