La democracia como sistema imperfecto puede llegar a ser la tiranía de la minoría sobre la mayoría. A falta de una segunda vuelta nunca sabremos que quien gana por un voto tiene en realidad la legitimidad de alzarse con una victoria que siempre estará atada a las metas que desea alcanzar con la gente que elige para dicho propósito. Cuando se dice que el PIB crecerá al doble (80 mil millones de dólares) y que generará 500.000 nuevos puestos de trabajo en los próximos 5 años, es como afirmar que se ganará la Libertadores y luego la Intercontinental. Para eso se tiene que tener a los mejores para ejecutar la tarea y no a los pysã tronco que solo sirven para evitar el descenso tras denodada lucha, trampas incluidas. Los nombres escogidos para ministros de Peña están muy lejos de los grandes objetivos que pretende alcanzar. Son ejemplares de un Jurásico que no sirve para nada.
Solo los nombres de Riera y Baruja nos pintan de cuerpo entero el verdadero propósito de ambos en la política. Han traicionado a sus votantes diciéndoles que voten por mí para senador para que antes incluso de jurar se pasen a otro cargo que no era para el cual solicitaron los votos. Este transfuguismo político queda muy mal, al punto que alguna vez el general Oviedo hizo ganar a Cubas sobre el compromiso firmado ante escribano que nadie que haya sido electo para senador o diputado sería miembro del Ejecutivo y... Lo cumplió. Aquí tenemos a uno que buscó plata yvyguy en el Parque Caballero, intendente de Asunción durante la muerte de más de 400 personas en el supermercado Ycuá Bolaños y el pirómano de los libros desde su cargo de ministro de Educación, quien llega ahora a ser nombrado ministro del Interior. Desde ahí dice que su mayor política de Estado será pedir documentos a la gente y dispersar manifestaciones callejeras a la fuerza. Nada habla de la corrupción policial que le hará el pito catalán, apenas termine de jurar como lo hicieron con todos los ministros del Interior anteriores. Baruja, de infausto paso por el Ministerio de Agricultura y la Gobernación de Paraguarí, ahora construirá casas donde los niveles de corrupción suelen ser exasperantes. Para aún confirmar que “nos irá mejor” acaba nombrando de ministro de Prisiones a Ángel Barchini, de dilatada trayectoria, en sintonía con quienes deben cuidar su permanencia en las cárceles. Todo muy mal. Estos ejemplares parecen salidos de un zoológico jurásico.
Alguno dirá: “Han sido malos, pero quizás se arrepintieron y están dispuestos a enmendar sus graves errores”. Eso se dice cuando se sabe el final. Otro que finalmente el que nombra no es Peña, sino Cartes, así que poco se le puede demandar al electo. Lo primero es ingenuidad. Los torcidos no se enderezan nunca y menos en países como los nuestros donde no hay justicia ni vergüenza. Y si vamos por lo segundo, la presidencia es indelegable. Si no es Peña el que nombra, sino su mandante, la responsabilidad será siempre de él y de nadie más. No servirá aquello de que “él es bueno, pero su entorno es malo”. Él define quienes lo rodean o al menos así debe ser y con ellos se pone a darle forma a la tarea del Ejecutivo. Todavía quedan muchas carteras y entes públicos por nombrar administradores, además de empresas donde la corrupción amenaza con acabar con ellas, como el caso de Copaco. Lo mostrado hasta ahora no alcanza ni para pelear por el descenso.
Claramente, se demuestra con estos nombramientos la gran debilidad del mandatario electo y los barquinazos que deberá soportar en esta navegación procelosa. En el Congreso terminarán por ponerle el cepo y junto con los operadores de baja estofa presionarán a que las cosas sean como siempre han sido: Fracaso. No es posible creer que con el prontuario de los ministros nombrados alguno tenga algo de esperanza hacia el futuro.
Los ejemplares electos dan pena. No vemos voluntad, deseos, inteligencia o innovación. Solo es posible avizorar lo que habíamos adelantado: Una presidencia débil, dependiente, temerosa e incapaz de construir su propio liderazgo. El final es casi anunciado.