15 nov. 2025

¿Dónde está el piloto…?

La peor secuela del “líder único” en el Paraguay fue la frustración de toda una generación junto a la mediocrización de la siguiente. Para que 36 años después, sigamos con una transición democrática que parece interminable, reticentes para dar por finalizadas, con claridad y determinación, las secuelas perniciosas del pasado. Incapaces todavía de remover todos sus rescoldos.

La tarea seguirá aun más enconada de lo que ya es. Porque aparentemente, “deshacernos“ del Dictador no nos costó lo que a otros. Sólo bastó que la Embajada Norteamericana le retirara su apoyo y acordara un “blanqueo de antecedentes” con algunos principales… y allá fuimos todos. Entonando cantos de libertad, con las ganas y la inocencia que inoculó la larga espera.

Para considerar sólo un “detalle” del fenómeno, pensemos que si en tiempos del “único líder”, alguien con 25 años cumplidos o a cumplir, estuviera finalizando una carrera y se dispusiera a ejercer una profesión. Cuando Stroessner se fue, tendría 60 y habría pasado “de largo por la vida”. Si es que entonces no hubiera rendido las pleitesías correspondientes –o agacharse lo suficiente– para acceder a un cargo, a una beca o a una cátedra en la universidad. Si es que antes no hubiera podido emigrar, como lo hicieron tantos.

El muchacho estaría bordeando la ancianidad, sin la posibilidad de “ser”… o de “haber sido”, debido a que entonces empezaban a regir las fórmulas de adhesión incondicional para prácticamente, cualquier cosa. Como muchas generaciones de tiempos anteriores frustradas por nuestras guerras y las mal llamadas revoluciones.

Entonces, pensábamos y lo piensan algunos todavía, que con el golpe de “la Candelaria”, nos convertíamos también –“de golpe”– en demócratas por un designio divino, sin cuestionar ni preguntar razones o motivos de lo que había pasado. Creíamos –o nos hicieron creer– que un coro de ángeles y un concierto de trompetas había bajado a esta tierra de milagros y ñandutíes, para regarla con los efectos benéficos de la democracia.

No protestamos entonces por las distensiones habidas en juzgar lo que pasó, ni ante la tranquila partida del Dictador. Nadie siquiera le endosó algún reclamo por sus tropelías y todos los desmanes. Algunos que habrían podido hacerlo –dirigentes y “luchadores sociales” varios– fueron silenciados con cargos e indemnizaciones. Por los “daños sufridos”, dijeron.

Hace un par de semanas, un personaje remanente de la “dorada juventud stronista” y ante el desaforado ardor autoritario de un colega de su misma calaña, se evadió de hacer algún reclamo procedente, con esta joya:

–Él ya se disculpó…

Y así es y seguirá siendo. Porque ellos, como siempre, reducirán la ley y los derechos ajenos a su simple voluntad. Nadie reclamará nada. Porque la Justicia, que antes ninguneaba los pedidos de habeas corpus de gente ilegalmente detenida o torturada, hoy mira “para otro lado” para no hacer lo que tiene que hacer.

¿Y qué harían? Si nuestros brillantes “Ciudadanos Convencionales del 92” hicieron trizas la igualdad de los poderes, determinando que el Parlamento puede intervenir en los demás, sin que ninguna instancia pueda hacerlo en el estamento legislativo.

Para nada. Los “representantes del pueblo” pueden destituir al jefe de Estado y controlar o aprobar las actuaciones del sistema Judicial. Pero a ellos no se los toca. Porque tienen fueros y sólo ellos y nadie más pueden despojarse de dichos fueros. Ni siquiera para molestarlos con una investigación sobre cualquier delito común en el que pudieran haber incurrido.

¿Es esa la interpretación que debe darse a la figura? No, pero no importa.

No deberíamos extrañarnos entonces que tengamos la democracia que tenemos y que nuestros gobernantes surgidos de sus fauces, hayan asumido –casi todos– la misma catadura de lo que pretendimos dejar atrás. Y con los mismos versos, además, con que justificaban los desmanes de antes…

Porque si todavía creemos que debería ser así, deberíamos preguntarnos, sin embargo: ¿Para qué se gasta tanto dinero en la simulación de una institucionalidad que no existe? O, que en todo caso, ¡está demás! Si todo se decide por fuera de los canales correspondientes, al punto que el Palacio de Gobierno fue sustituido por un quincho. Elegante y bien equipado, pero quincho al fin.

¿Para qué tendríamos un gabinete que no se reúne, o un jefe de Estado que tras asistir a una carrera de autos en Finlandia, hace una escala en nuestro país para asistir al Mundial de Rally y, de paso, ir a la cancha para ver jugar a la Albirroja por las eliminatorias del Mundial?

Admitamos que la situación actual no es sino la continuidad de hechos que nos llevaron precisamente a la emergencia de Stroessner. Para que 35 años y unos meses después, nos encontráramos finalmente con los mismos problemas que originaron la “revolución” de aquellos tiempos oscuros. Ahora agravados por la decadencia moral enseñoreada entre nosotros, durante ese largo tiempo.

Y con el producto remanente que hoy está en el poder.

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