Hace unos días el Congreso de los EEUU hizo comparecer a los grandes billonarios de los negocios tecnológicos. La cuestión era cuestionar el volumen de su fortuna y su predominancia en el mercado. Era interesante escuchar a los dueños de Amazon, Google o Apple enfrentar con sus mejores argumentos a unos políticos empujados por sus votantes a pedirles cuentas. Aquí el poderoso los alquila duplicándoles el salario de legisladores y estos no tienen a nadie que rendir cuentas que incluso en sus declaraciones juradas incluyen los diferentes sobresueldos que reciben durante el ejercicio del cargo. Allá la expresión “follow the money” (persigue la ruta del dinero) es clave para meter preso desde Al Capone hasta el director de la sacrosanta Asociación nacional del rifle. El primero entró a Alcatraz por evasión impositiva de unos pocos dólares, aquí sería “zoncerarei” (tema menor). Allá investigarán a Trump y sus declaraciones impositivas (un poco tarde), entre nosotros no hay fiscal ni juez que se anime a ir contra los políticos que los tienen como cómodos esclavos.
La pospandemia los puede volver aún más peligrosos si no se cambian las reglas del juego. Si la “operación contrabando” se consolida políticamente el futuro del país es aún más negro que el que ya vivimos. Podemos terminar siendo un protectorado brasileño y comenzar a hablar en portugués. Este acuerdo es perjudicial para el Paraguay, no se puede canjear la finalización de un mandato presidencial a que continúen las cosas como siempre en la frontera. No es casualidad que CDE sufra hoy las peores consecuencias de la pandemia sumando internados y muertos mientras los puertos de Itaipú siguen sirviendo para el tránsito de cigarrillos con destino al vecino país. En el camino, además de los efectos contra la salud, se destruyen y corrompen instituciones y personas que pretenden controlar el tráfico. Solo una toma de conciencia ciudadana puede detener la escalada de la pandemia y sus efectos colaterales llenos de corrupción, dependencia y sometimiento.
Poder y dinero juntos son peores que nitrato de amonio acumulado en un puerto de Beirut.