20 may. 2024

Desaparece la autocrítica

Y añado: “Aparece el fundamentalismo”.

Y esto en todos los campos. No los nombraré para que ni ellas ni ellos nos sintamos aludidos y, por el fundamentalismo reinante, dejemos de leer estas pocas líneas.

“El fundamentalismo es una identificación tan absoluta con las propias convicciones que considera débil y ofensivo el mero intento de pasarlas por el tamiz de una razón crítica. Está tan seguro de sus propias convicciones y las vincula tanto con su identidad, que se siente dispensado de toda ley que las contradiga. Es una de las actitudes a las que más propensos somos los humanos por nuestra necesidad de seguridad”. (José I. González Faus)

Pero, el fundamentalismo no es solo religioso. Es hora de caer en la cuenta de la presencia de actitudes fundamentalistas en la sociedad laica y, en concreto, en el campo político. Pues ahí es donde más nos pica hoy y donde más habrá de rascarse o ponerse alguna pomada razonable.

Somos fundamentalistas en política porque ha desaparecido la autocrítica política. Un partido anegado en un mar de corrupción que no solamente inunda a personas concretas sino al propio partido. La reacción ante tamaño desastre es enterrar la autocrítica como si la corrupción no existiera. “Es proclamar el orgullo partidista y girar a posiciones de extrema derecha calificadas como centro derecha y donde no hay más ‘centro’ que el autocentrismo”. (J.I. González Faus)

Carencia de autocrítica es crecimiento de fundamentalismo. Y añadan todo lo que quieran: negación absoluta de todo el que piensa distinto, llevada hasta la violencia, fascismo de ideas que se impone por la fuerza. En lo sagrado, en lo humano y sicológico, en lo sexual y en lo político, social y económico.

¿Alguna solución para tanto desastre? Insertarse en la realidad de la vida. Ella descubrirá el horror de un holocausto o los intereses ocultos de causas que se disimulan con intereses egoístas.

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