Bien lo dijo el doctor José Altamirano, ex ministro de la Corte Suprema, últimamente el propio escenario de senadores y diputados se ha convertido en un lugar no precisamente de exquisiteces, sino de vulgaridad y de tratamientos de temas que realmente no interesan al país. Se ha banalizado la institución.
Estas expresiones del jurista describen muy bien la situación del Parlamento. La baja calidad en la representación en la mayoría de sus integrantes que priorizan sus intereses antes de que los ciudadanos es palpable. Ven al pueblo como medio para llegar a sus objetivos particulares y no como fin.
En un artículo de nuestro diario también se describe muy claramente que a más de medio año de que los parlamentarios hayan asumido sus respectivas bancas, tanto en Senado como en Diputados, hasta el momento no se presentaron propuestas para mejoras en salud, educación y seguridad.
Más bien, reinician el periodo legislativo con el antecedente de hechos bochornosos y hasta denuncias por violación constitucional con relación a la expulsión de la encuentrista Kattya González de su banca.
A esto se suman los escándalos por nepotismo en los que están salpicados parlamentarios y hasta el propio vicepresidente de la República, Pedro Alliana, con la ubicación de su hija en Diputados como funcionaria con un alto salario. Ayer, precisamente, Raúl Latorre (HC), fue reelegido presidente de Diputados, de forma adelantada, pese a estos casos de nepobabies.
En este contexto cuando hablamos hoy de República nos referimos normalmente a un gobierno sostenido por instituciones democráticas, en el que la totalidad de los ciudadanos deben ser iguales ante la ley y el Estado. Sin embargo, se puede ver claramente que este principio está lejos de la realidad al ver que hijos de políticos, amigos o ellos mismos son los privilegiados en altos cargos en el Parlamento u otro lugar de la función pública, por intermediación de los congresistas.
Mientras tanto, aquellos que no tienen un padrinazgo político, por más que tengan la idoneidad, es imposible que accedan a cargos relevantes según su preparación.
Las rencillas políticas, además, son una constante en ambas cámaras del Congreso, mientras se dejan de lado cuestiones básicas reclamadas por la ciudadanía.
El abuso de poder es otro de los puntos que caracteriza al Congreso. Así, el Senado vulneró su propio reglamento de rango constitucional. Con los números a su favor, Honor Colorado con aliados, consiguió copar los espacios en el Legislativo y otras instituciones y con la mayoría que tienen la irán consolidando.
Un decadente Congreso Nacional socava la República y el sistema democrático, contrarios a la concentración del poder político de parte de una sola figura o facción.
Por ende, con este acaparamiento al solo efecto del poder por el poder y sin que se aborden temas de verdadero interés ciudadano, será difícil que el Parlamento recupere la confianza de la gente, cuando se observa que solo priorizan sus intereses meramente particulares, de su entorno o sectarios.
Se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde, pero así las cosas en el Congreso Nacional, es difícil pensar que la situación cambie para mejorar en ese recinto en un futuro inmediato.